How I Met Your Mother nunca me ha encantado. Mi relación con la serie creada por Carter Bays y Craig Thomas ha pasado por diferentes fases de mi vida, por lo que no puedo evitar sentir un especial cariño hacia ella. Mi madurez emocional se ha visto afectada por todos los obstáculos con que tropezaba el bueno de Ted Mosby y que a los dos nos ayudaban a seguir adelante. Sí, Ted. Ted es el personaje, no Barney. El incierto futuro, el vacío existencial de saber que te falta algo que todo el mundo parece encontrar con suma facilidad y la incesante búsqueda del amor perfecto son temas a los que nos enfrentamos a diario.
Mi acercamiento fue progresivo y cauteloso. Viendo solo partes de algún capítulo suelto no me pareció gran cosa. Una sitcom del montón, cutre, muy típica, con unos personajes carismáticos pero sin realmente nada que aportar. El aire a copia de Friends se respiraba en cada frame. Tuvieron que darse ciertas condiciones, como el hecho de estar pasando una etapa más melancólica y tener un ritmo de trabajo bastante intenso que me obligaba a escapar mi media horita frente al televisor, para que por fin empezase a interesarme.
En un momento como el que estaba yo hace un año y cuatro meses, en el cual sientes que no has alcanzado lo que buscabas a medio plazo y que, de una vez por todas, solo quieres divertirte, empiezas a engancharte a esta serie, y solo puede ser por un motivo: la narrativa. Capítulos que empiezan por el final para ver como hemos llegado hasta allí, referencias al futuro desde el que habla el narrador, enlace de tramas múltiples.... aquel capítulo contado desde tres puntos de vista en el que los padres de Ted vienen para conocer a Robin, o cuando nos enseñan por qué no debemos tener relaciones con gente de nuestro entorno a través del microrrelato de Barney con una camarera, Robin con su compañero de informativos y Marshall y Lilly con un matrimonio vecino.
No me cabe duda de que Como Conocí a Vuestra Madre juega con maestría a la dislocación temporal y el cruce de complejas historias paralelas. Pero además de eso, logra ser tierna y reflexiva sin resultar pedante o ñoña (al menos la mayoría de las veces), y recuerdo como un momento en el que casi se me saltan las lágrimas fue esa cita de dos minutos de Ted con Stela. Los símbolos recurrentes, además, forman una pequeña mitología: los hijos, los flashforwards, ese paraguas amarillo, o cualquiera de las múltiples referencias indirectas a la identidad de la famosa madre.
La gente se queja de que esta madre aún no haya aparecido, de que estiren el chicle como si ella fuese la clave de la serie. No es que sea un Macguffin, es que el centro sobre el que gira todo no es el conocimiento de ese amor ideal y perfecto que sabemos que algún día llegará, sino los fracasos, inquietudes y relaciones que experimentamos hasta llegar a él. Me identifico con Ted, porque mientras Marshall y Lilly representan la satisfacción plena, cuanto más avanza la serie él es la persona frustrada e incompleta que parece destinada a acabar sumida en la soledad el resto de sus días, y además cree que es por su culpa.
La cosa se complica porque Ted es un idealista, un obsesivo que quiere planificar el resto de su vida desde ahora: tener la familia tradicional de mujer, niños, perro y monovolumen. Y además, al igual que yo, es una persona que piensa demasiado. Se pasa más tiempo rallándose en sus insanías que intentando disfrutar con los placeres más sencillos. Ted Mosby debe ser el personaje más infravalorado de la historia y Barney el más injustamente alabado.
La séptima ha representado el descenso a los infiernos de una serie ya de por sí mediocre. Aunque tiene ideas muy buenas y algunas cosas en su momento me gustaron mucho, ni esta ni The Big Bang Theory han aportado nada nuevo en el sobrecargado panorama de las comedias de situación. Estas dos, además, son el paradigma de como no debe evolucionar una serie. Si ves Frasier te das cuenta de que la progresión de los personajes es fantástica, y tienes que esperar varias temporadas para empezar a amarlos. Big Bang se traicionó a sí misma en la tercera temporada y How I Met Your Mother siempre ha estado en el filo de la navaja.
El personaje de Robin, sin ir más lejos, ha ido dando tumbos durante esta última tanda, desdibujada de pies a cabeza y llevada por senderos poco creíbles para ella. Las tramas han ido perdiendo fuerza, se han empeñado en rizar el rizo y volver a repetir constantes en lugar de avanzar. Ese regreso a la relaciones Barney-Robin y Ted-Robin podría haber sido interesante, pero se quedaron en un relleno gratuito de un solo capítulo. Sus mejores episodios se equiparan a los peores de los primeros. Un producto agonizante que solo retrasaba ese fin de fiesta que ella misma pedía a gritos.
Pero ahí seguíamos nosotros cada semana, aunque solo fuese para ver a donde nos llevaba esto y que pasa con la dichosa madre. Ayer se estrenaba en USA la octava temporada. Después del ridículo, ni digno del más novel de los guionistas, de ese flashforward jugando al gato y al ratón con la misteriosa boda, y que tuvo un desenlace tan previsible como bochornoso, nos situamos donde lo dejamos. Primero en propia boda, donde tanto Robin como Barney tienen dudas justo antes del enlace, para regresar a la actualidad, a Mayo de 2012.
Marshall y Lilly han tenido a su primer hijo, Barney y Quinn acaban de anunciar su compromiso y Victoria huye con Ted de su propia boda. El capítulo, muy regular. La trama de los Marshall y Lilly zombies por tener que cuidar al niño no tenía gracia. La novia de Barney actuando como el típico personaje de teleserie, celosa de que su ex aún guarde sentimientos hacia él no auguraba tampoco nada bueno. Los principios y finales de temporada nos han acostumbrado últimamente a lanzar revelaciones e incógnitas por doquier con el objetivo de engancharnos una vez más, pero finalmente es todo paja.
Ya sabíamos que Ted se encontrará con la dichosa mujer del paraguas amarillo. Ahora además, que esta lleva una guitarra y que será en una estación de tren. La leche, vamos. Pero es ver esa escena, esa música, afloran esos recuerdos de la forma que tuvo de adentrarse en ti esta historia, y no puedes más que empatizar con él. Más que nunca quiero ver el final de la historia. Saber por qué antes no, pero ahora sí, nuestro protagonista está preparado para conocer a la mujer de su vida.
Y a los fans más hardcore, ya sé que el amor de Barney y Robin es súper pasional, súper bonito y todo eso, pero para que la historia sea coherente a nivel humano, Robin debe acabar soltera y viajando por el mundo, y Barney encontrando el afecto en una persona con caracteres similares a los suyos.
Mi acercamiento fue progresivo y cauteloso. Viendo solo partes de algún capítulo suelto no me pareció gran cosa. Una sitcom del montón, cutre, muy típica, con unos personajes carismáticos pero sin realmente nada que aportar. El aire a copia de Friends se respiraba en cada frame. Tuvieron que darse ciertas condiciones, como el hecho de estar pasando una etapa más melancólica y tener un ritmo de trabajo bastante intenso que me obligaba a escapar mi media horita frente al televisor, para que por fin empezase a interesarme.
En un momento como el que estaba yo hace un año y cuatro meses, en el cual sientes que no has alcanzado lo que buscabas a medio plazo y que, de una vez por todas, solo quieres divertirte, empiezas a engancharte a esta serie, y solo puede ser por un motivo: la narrativa. Capítulos que empiezan por el final para ver como hemos llegado hasta allí, referencias al futuro desde el que habla el narrador, enlace de tramas múltiples.... aquel capítulo contado desde tres puntos de vista en el que los padres de Ted vienen para conocer a Robin, o cuando nos enseñan por qué no debemos tener relaciones con gente de nuestro entorno a través del microrrelato de Barney con una camarera, Robin con su compañero de informativos y Marshall y Lilly con un matrimonio vecino.
No me cabe duda de que Como Conocí a Vuestra Madre juega con maestría a la dislocación temporal y el cruce de complejas historias paralelas. Pero además de eso, logra ser tierna y reflexiva sin resultar pedante o ñoña (al menos la mayoría de las veces), y recuerdo como un momento en el que casi se me saltan las lágrimas fue esa cita de dos minutos de Ted con Stela. Los símbolos recurrentes, además, forman una pequeña mitología: los hijos, los flashforwards, ese paraguas amarillo, o cualquiera de las múltiples referencias indirectas a la identidad de la famosa madre.
La gente se queja de que esta madre aún no haya aparecido, de que estiren el chicle como si ella fuese la clave de la serie. No es que sea un Macguffin, es que el centro sobre el que gira todo no es el conocimiento de ese amor ideal y perfecto que sabemos que algún día llegará, sino los fracasos, inquietudes y relaciones que experimentamos hasta llegar a él. Me identifico con Ted, porque mientras Marshall y Lilly representan la satisfacción plena, cuanto más avanza la serie él es la persona frustrada e incompleta que parece destinada a acabar sumida en la soledad el resto de sus días, y además cree que es por su culpa.
La cosa se complica porque Ted es un idealista, un obsesivo que quiere planificar el resto de su vida desde ahora: tener la familia tradicional de mujer, niños, perro y monovolumen. Y además, al igual que yo, es una persona que piensa demasiado. Se pasa más tiempo rallándose en sus insanías que intentando disfrutar con los placeres más sencillos. Ted Mosby debe ser el personaje más infravalorado de la historia y Barney el más injustamente alabado.
Hundirse en la mediocridad
Tras quedar maravillado por los personajes y los ganchos que soltaban en algunos episodios, me vi las seis primeras temporadas del tirón en tres semanas y seguí la séptima según la iban estrenando, y hay que reconocer que aunque sus fans no quieran verlo, da un bajón tremendo a partir de la cuarta, que se recupera un poco en algunas partes de la sexta, con la historia en que evidenciamos que la alergia al amor de Barney viene de la ausencia de figura paterna durante la infancia (memorable la escena con la canasta. Teníais razón, un niño necesita una canasta.) Es curioso que de este personaje se haga más interesante su trasfondo dramático que las típicas gracietas que todos aplauden.El personaje de Robin, sin ir más lejos, ha ido dando tumbos durante esta última tanda, desdibujada de pies a cabeza y llevada por senderos poco creíbles para ella. Las tramas han ido perdiendo fuerza, se han empeñado en rizar el rizo y volver a repetir constantes en lugar de avanzar. Ese regreso a la relaciones Barney-Robin y Ted-Robin podría haber sido interesante, pero se quedaron en un relleno gratuito de un solo capítulo. Sus mejores episodios se equiparan a los peores de los primeros. Un producto agonizante que solo retrasaba ese fin de fiesta que ella misma pedía a gritos.
Pero ahí seguíamos nosotros cada semana, aunque solo fuese para ver a donde nos llevaba esto y que pasa con la dichosa madre. Ayer se estrenaba en USA la octava temporada. Después del ridículo, ni digno del más novel de los guionistas, de ese flashforward jugando al gato y al ratón con la misteriosa boda, y que tuvo un desenlace tan previsible como bochornoso, nos situamos donde lo dejamos. Primero en propia boda, donde tanto Robin como Barney tienen dudas justo antes del enlace, para regresar a la actualidad, a Mayo de 2012.
Marshall y Lilly han tenido a su primer hijo, Barney y Quinn acaban de anunciar su compromiso y Victoria huye con Ted de su propia boda. El capítulo, muy regular. La trama de los Marshall y Lilly zombies por tener que cuidar al niño no tenía gracia. La novia de Barney actuando como el típico personaje de teleserie, celosa de que su ex aún guarde sentimientos hacia él no auguraba tampoco nada bueno. Los principios y finales de temporada nos han acostumbrado últimamente a lanzar revelaciones e incógnitas por doquier con el objetivo de engancharnos una vez más, pero finalmente es todo paja.
Ya sabíamos que Ted se encontrará con la dichosa mujer del paraguas amarillo. Ahora además, que esta lleva una guitarra y que será en una estación de tren. La leche, vamos. Pero es ver esa escena, esa música, afloran esos recuerdos de la forma que tuvo de adentrarse en ti esta historia, y no puedes más que empatizar con él. Más que nunca quiero ver el final de la historia. Saber por qué antes no, pero ahora sí, nuestro protagonista está preparado para conocer a la mujer de su vida.
Y a los fans más hardcore, ya sé que el amor de Barney y Robin es súper pasional, súper bonito y todo eso, pero para que la historia sea coherente a nivel humano, Robin debe acabar soltera y viajando por el mundo, y Barney encontrando el afecto en una persona con caracteres similares a los suyos.
esta es la puta mejor serie que ha existido
ResponderEliminarYo sigo la serie muy de cerca. Conseguí engancharme en la tercera temporada y desde entonces ya han pasado cinco años.
ResponderEliminarMe he sentido identificado con Ted Mosby a lo largo de este tiempo en muchos aspectos y, sí, quizás sólo es éso lo que nos hacer seguir viendo la serie.
La lista de cosas que no encajan es inacabable, por ejemplo: Barney no sabía conducir y de hecho en un capítulo se ve como le intentan enseñar a hacerlo y acaba siendo una situación cómica, meses más tarde aparece en un coche por la autopista con la misión de "tirarse" a una mujer policía. O, sin ir más lejos, el hecho de que ahora aparezca la mujer del paraguas amarillo con una guitarra, cuándo en su día se dijo que tocaba el bajo (un capítulo en el que Ted salía con su alumna y ésta era la compañera de piso de la madre de los niños, en el que se le ve el pie).
Ésos dos ejemplos ponen sobre la mesa una realidad. La serie es una chapuza.
El guión no tiene demasiada coherencia y se hacer repetitivo.
Siempre he pensado que era el único que lo pensaba ya que todos los de mi alrededor alaban la serie y la ponen, como dice el anónimo que ha escrito antes de mí, como la mejor serie de la historia.
Sin duda es entretenida, pero no es buena y la idea de que se puede prolongar una nueva temporada más (se está negociando si acabarla ya o seguir) me pone enfermo.
Esta serie necesita, en conclusión, una clara eutanasia y morir dignamente.
Sólo quería realizar una aportación a tu artículo, muy bueno por cierto.