lunes, 24 de septiembre de 2012

La gala de los Premios Emmy 2012, aburrida pero con sorpresas

Tras un largo periodo de expectación desde que el pasado mes de Julio se conocieran los nominados, arrancaba hace unas horas la gala de los Emmy 2012, conducida de forma bastante chusca por un simpático Jimmy Kimmel. La ceremonia no ha sido la panacea, y aunque nos ha dejado algunas joyas imprescindibles en forma de pequeños gags, se hizo bastante aburrida. La sensación de lentitud fue, además, acrecentada por los continuos cortes publicitarios con los que me entraron ganas de pegarme un tiro más de una vez.

Antes de nada, un reconocimiento a la cadena de Sony AXN White, que se ha encargado de emitir en España la gala de forma íntegra, y sin colocarnos al típico locutor carente de gracia que intentase hacer su traducción simultánea. Empezamos con un sketch bastante flojo para mi gusto, que nos situaba veinte minutos antes del inicio para encontrar a Kimmel llorando en el vestuario femenino y deleitarnos con unos cuantos chistes afilados y una situación absurda. Muy buenos actores, mucho talento en ese baño, pero desaprovechado.



El monólogo inicial estuvo bastante correcto (Obama no debería ver Homeland, por el mismo motivo que Charlie Sheen no debiera ver Breaking Bad) pero finalmente quedó eclipsado por las intervención de varios pesos pesados del stand-up como Louis C.K. (premiado dos veces, a mejor guión de comedia y de espectáculo de variedades) o Ricky Gervais. Kimmel estaba un poco tirando a mucho, egocéntrico. Ya entrados en materia, el incidente de Tracy Morgan, que permaneció más de diez minutos tirado en el suelo, o el vídeo de como sería Breaking Bad antes de que existiese el cable, alegraron bastante la noche.

Modern family, Homeland y Game Change se llevan la noche


Memorable fue también el momento en que Amy Poehler le entregaba su propio discurso a Julia Louis-Dreyfus, que por manías de los académicos ganaba un tercer Emmy, con el que se mantiene la tradición de uno por cada serie que ha protagonizado. Tampoco lo hizo mal el equipo de Modern Family, donde aprovechando las bambalinas de la serie nos mostraron la versión más tiránica de la pequeña Lilly. No solo se llevaron el previsible galardón a mejor comedia, sino que ni Eric Stonestreet (Cameron) ni Julie Bowen (Claire) salieron tampoco con las manos vacías. A los académicos no les deben gustar O'Neill ni Vergara.

El mejor guión de comedia fue para Stephen Levitan, también por un capítulo de la disfuncional familia.  Y si Modern Family desempeñó el papel hegemónico en comedia, en drama la acaparadora fue Homeland, otra de las sorpresas de la noche. Al esperado premio de Claire Danes se unió el de mejor actor principal para Damian Lewis, el cual arrebató a Bryan Cranston y John Hamm, que casi contaban con él, y también el popular thriller conspiranoico se alzó como mejor drama ante Breaking Bad, Game of Thrones y Mad Men.

Así pues, Juego de Tronos quedó relegada a los premios técnicos y Mad Men casi al olvido. Mayor suerte corrió Aaron Paul, mejor actor secundario en las votaciones, lo que quiso agradecer a su colega Cranston y a su espectacular novia, que le acompañaba esa noche. Tampoco American Horror Story ni Sherlock lograron la ansiada estatuilla, que finalmente fue a caer en manos de Game Change, también elegida como mejor dirección de miniserie o película para televisión.


Tras años aguantando a Charlie Sheen, Jon Cryer fue elegido como mejor actor principal de comedia, que estaba cantado para Jim Parsons. Entre los galardones menores, no sé si tendría que ver su ancianidad, pero la mejor actriz de reparto en drama fue Maggie Smith por Downtown Abbey. Sobre todos ellos me alegró y reconcilió un poco con los académicos que premiaran a Tim Van Pattel en la dirección de una serie dramática. Este señor es uno de los mejores directores que ha dado la tele americana en la última década, y los episodios de Boardwalk Empire en los que está a cargo son siempre sublimes.


Entre los Reality, el premiado era previsible, una vez más The Amazing Race. Respecto a mejor presentador, me pareció ridículo que se lo llevase Tom Begeron por Dancing with the Stars, estando entre los candidatos Ryan Seacrest o, lo que es más alarmante, Betty White,  la ganadora unánime entre todos los internautas. Respecto a las categorías de programa de variedades, John Stewart volvió a llevárselos de calle, decisión acertada, aunque algunos esperábamos que nos sorprendieran en ese punto.

En definitiva, unos premios que siguen más apegados a lo que gusta a los académicos que a la calidad de la que unos pocos disfrutan, y con unos resultados que podríamos discutir durante años. Muchos polémicos, otros sorprendentes. Sé que Mad Men, Breaking Bad, Game of Thrones o Amy Poehler merecían un mayor reconocimiento, pero también que una entrega de premios debería ser más divertida.

3 comentarios:

  1. Me parece fantástico la exposición que has hecho de la gala, enhorabuena.

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  2. Nada que envidiar teniendo los premios Goya
    Donde este una buena tortilla y una peineta, que se quite el resto.
    Estos yankis no aprenden...

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