sábado, 22 de septiembre de 2012

¿Quien quiere casarse con mi hijo, y después suicidarse con nosotros?

¿Quien quiere casarse con mi hijo? es lo mejor que se ha hecho nunca en televisión. Esa era la cancioncilla general que se respiraba entre quienes habían visto la primera edición del reality, y la que me dejaron esas ráfagas con las que empezaba el programa de este jueves y que pronto se desvaneció ante una edición que se quedaba en menos de lo que prometía, pero que aún sigue manteniendo la capacidad de soprender. Los hijos tróspidos han vuelto, nos han contagiado, y mira tú por donde, ya no podemos vivir sin ellos.

Cultura Tróspida

La mayor parte de la gente critica los programas solo por su concepto. Todos los contenidos aparentemente basura tendemos a meterlos en el mismo saco, y no es así. Me revienta hablar de placeres culpables o encumbrables. Si algo te divierte, es que algo pasa. Al menos en televisión, el trabajo de conseguir que algo guste a la gente demuestra talento, es digno de mención y de alabanza, logrando  resultados que cada vez son más difíciles de conseguir en televisión.

Por eso ¿Quien quiere casarse con mi hijo? me gusta, y no tengo miedo de reconocerlo, por mucha graduación que por ello tenga que reducirle a mis gafas de pasta. No me parece imprescindible ni me aporta nada que deje un gusto que permanezca horas después de su visionado, pero lo cierto es que está lo suficientemente bien construido para que apetezca verlo, cosa que no logran formatos casi calcados que, evidentemente, fracasan.

Mis tróspidos. Son tan inocentes e inofensivos. A ratos los amas y a ratos quieres estamparles una sartén en la cara. Como a los mejores personajes de ficción. Y como siempre, la mayor nimiedad me ha hecho reflexionar sobre la divagación filosófica más intrincada: la relación que tenemos con nuestras madres. Creo que no soy el  único al que a veces le irrita la forma en que lo trata su madre, creyendo que la sobreprotección puede traer consecuencias negativas. Consecuencias que, por supuesto, quedan más que patentes en este circo que echan en Cuatro.


Que las mujeres sean las encargadas de elegir la pareja de sus hijos es en este mundo ridículo y antinatural. Y por desgracia, la influencia que ellas ejerecen sobre nosotros es muy grande y dañina. No quiero ser cruel, ellas nos aportan aspectos clave para nuestro desarrollo, pero aún así cometen, con toda su buena intención, bastantes errores que a larga nos perjudican. Y mucho.

Madre no hay más que una

Sé que mi madre me quiere, pero no siempre sabe lo que me conviene. Esa es la clave. En este país somos también muy de odiar a la suegra, por eso que vástagos y progenitoras difieran en su opinión sobre el producto a comprar (porque así es como se tratan las chicas a sí mismas, como un producto) era obvio. Los niños tienen potencial. Tanto el gay de la camiseta con transparencias salido de las entrañas de esa peculiar gallega (el prestigio de Galicia cada día está más devaluado gracias a nuestra querida tele) como el pijo que intentaba no parecer superficial.

Las concursantes tampoco parecían malas, pero por mucho que se esforzasen al final no te quedas con nadie. Y la cosa es grave, porque cuando un producto solo es un chute rápido en vena o simple pornografía del entrentenimiento, no valen las medias tintas. O te divierte exageradamente o apagas la tele. Tanto el cásting de chicas con madres e hijos como las reuniones múltiples de estos últimos con sus futuribles parejas han estado bastante desinflados. Un inicio bastante flojo (y largo) para todo lo que puede ofrecernos. Aunque si hay algo que mereció la pena es la china que reveló ser virgen, solo por traer de regalo ese gatito que sube y baja la mano tan mítico de los anuncios de Mixta. Me enamora.

Me echaron para atrás todas esas cutreces entre las que era difícil distinguir cuales estaban hechas a propósito para que la gente comentara en twitter y cuales partían de la ineptitud del equipo. Esa mujer afirmando que si no le gustaba la novia de su hijo la ahogaría en su estanque de peces, mientras vemos planos frenéticos a los que les superponen música de terror. Claro que lo hacen para conseguir llamar la atención, ese es el objetivo. Y claro que los que salen en pantalla no son actores, solo están muy pasados de vueltas. Y claro que tienen que repetir cosas en cámara, y salen muy forzadas.


Los tróspidos son tele para ver y comentar en compañía. Un buen tema del que hablar en la hora del café esa gris mañana de viernes que de repente se plantea divertida. Un programa que además cultiva y educa en algo que admiro y creo que deberíamos recuperar como es la fascinación por lo cutre. Pase lo que pase, debo defenderlo, aunque solo sea para encumbrar una y otra vez el hastagh tróspido inventado por mi colega Hematocrítico.

Aún recuerdo como, tras el éxito del vocablo en twitter, Cuatro empezó a usar lo que en principio se había convertido en una promoción involuntaria en sus propias cortinillas de continuidad. Ante tal suceso el Hematocrítico y sus seguidores, entre los que se encuentran Nacho Vigalondo y el escritor Juan Gómez-Jurado, optaron por seguir el último capítulo bajo el hastagh Literatura, que igualmente fue Trending Topic mundial. Soberbio. Larga vida tróspida.


Archivo fotográfico ⎪ cuatro.com,  telebasura.net

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