jueves, 7 de junio de 2012

Adiós al episodio televisivo

Por que lo llaman tele, cuando quieren decir...? 


"Lo que más me gusta es agitar las cosas, mostrar cosas diferentes a lo habitual cada semana, para llevar a la gente hacia un lugar distinto de lo normal; pero la televisión está diseñada casi en su totalidad para ir en la dirección opuesta. Las series exitosas están hechas para darle a las audiencias exactamente lo que ellas quieren, pero eso no puede aplicarse para todos. Hay varias excepciones que no se ajustan a ese molde,  que resultan humorísticas cuando se supone que serían sensibleras, o que son de miedo cuando esperas que sean románticas, pero en la mayor parte, las cosas son predecibles. Y yo no soy bueno para eso. Quiero decir, tiene que haber una razón detrás de la historia, algo más aparte de la historia en sí misma. Aun si fuera algo pequeño, tiene que haber una razón más allá que el hecho de tener que rellenar otros 40 minutos para entretener a la audiencia. Tiene que ir más allá de eso, porque sino, no solamente me aburre, sino que también me avergüenza" - Joss Whedon, escritor y productor ejecutivo de ficción en televisión

Nada desechable el artículo que cayó en mis manos la semana pasada sobre HBO y el declive del episodio, donde se pone en duda, con muy buen criterio, la supervivencia del relato capitular como unidad en sí misma, y es que la cadena de cable es un buen ejemplo de lo que muchos pedimos a la ficción seriada: un desarrollo longevo y gradual de los personajes con los que realizar un próspero trayecto, una trama llena de detonantes que, como el buen vino, maduran para luego explotar de la forma más inesperada  junto a una intriga que se mantiene semana a semana convirtiendo el deseo en necesidad. Ahora bien, es basto el mundo de las series, y mientras  que unas enganchan a primera vista, otras necesitan un tiempo y esfuerzo mayores - y que no a todos apetece asumir- para poder entender un ápice de su grandeza, aunque en estos casos la recompensa acostumbra ser mucho más grande.

Todo esto que define a una serie, y que la convierte en un producto singular y maravilloso, no interesa a la mayoría. No voy a decir que son tontos, pues todo espectador es un consumidor y tiene derecho a opinar. La  televisión es un servicio, no está hecha para los analistas ni los fagocitadores del medio. Cualquier hombre de bien puede sentarse cada noche frente a ella y decidir si lo que ve le entretiene. Cuantas veces hemos oído a alguien tildar de lenta una película  genial, y nos tenemos que callar, porque puede que el sujeto en cuestión no tenga ni idea de cine, pero es su valoración, y en cuanto que ha pagado la entrada tiene derecho a disfrutar de su servicio y a criticar si no disfruta de ella. De hecho, debe hacerlo, la libertad le ampara, por mucho que le pese a ciertos pseudointelectualoides que se creen mejores que los demás. Así, no estoy en contra de la existencia de la controvertida obra de Terrence Malick The three of life, pero sí de donde y para que público se exbibió, al cual le debió parecer una tomadura de pelo, como les habría parecido si en la pantalla se hubiesen encontrado con una producción tan fragmentaria, simbolista y alejada de  su sensibilidad audiovisual como es Persona, de Ingmar Bergman, a pesar de ser esta ya un clásico imperecedero.

Queda claro, pues, que el espectador medio que se sienta frente a la televisión generalista suele hacerlo buscando un entretenimiento fugaz y un escaso compromiso, de ahí que proliferen en  la parrilla las sitcoms de gags seriados, triángulo de cámaras y risas enlatadas o los procedimentales de investigación policial, médica, jurídica... no quiero hacer con esto una crítica hacia el procedimental en sí, pues hay de todo en la viña del señor, y se han dado casos de ficciones en las que  conviven una trama horizontal con otras episódicas, como Fringe o Buffy, the Vampire Slayer en las que los episodios del "caso de la semana" son de los más apreciados por los fans ya que a menudo sirven para profundizar en las relaciones entre los personajes. Hay otras series, más interesantes y cada vez más en auge, en las que  ver un  episodio suelto es totalmente incoherente, sin una estructura fija o núcleo global que lo identifique, creando la sensación de que toda ella es un continuo indiferenciado.

Mientras en un programa convencional es necesario un detonante fuerte que resulte atractivo a la hora de movilizar a la gente (el high-concept; un avión estrellándose en una isla desierta, un evento en el que se desmaya toda la humanidad) y mantenerlo o bien con episodios que abran y cierren trama cada semana o con un suspense artificial que deje la miel en los labios dia sí y otro también, en esta nueva ficción no parece haber un gancho poco original y facilmente asumible. Las historias empiezan y necesitas dejarte llevar por lo que ellas quieren contarte, aunque muchas veces no sea lo que esperas. Tal marcianada sólo es posible en las cadenas de cable que como HBO, Showtime, o más recientemente AMC no tienen que preocuparse sólo de las audiencias, pues  necesitan un factor  que haga que el producto tenga valor para conseguir más abonados. Estos factores pueden ser las audiencias, por que no, pero también las  ventas en DVD, los premios de prestigio...mientras  que en  abierto el único factor es el share. Eso no quiere decir que una cadena de cable no pueda retirar una serie. Si aparte de mala acogida no tiene críticas, ni ventas, ni prestigio, ni utilidad social, vamos, que no reporta ningún beneficio, esta se cae. Las cadenas de cable no son una ONG tampoco.

Así tenemos series como Rubicon, Boardwalk Empire o The Wire en las que necesitas  armarte de paciencia y darle capítulos para ver como los artistas que nos deleitan con ésa su creación van hilvanando la trama. Y es que al coger la pluma y ponerse a escribir, los executive producer de turno piensan que están ante una novela. Intentan contar su historia, tienen la serie como una única pieza en mente, y si no la llevan a la gran pantalla y sí a la televisión, es porque consideran que sus personajes son tan complejos y con tendencia a la evolución que necesitan treinta horas y no dos para ser desarrollados. Así no es extraño que las personas implicadas en su producción en muchos casos  provengan del cine (Alan Ball, Martin Scorsese, Sánchez Cabezudo, David Trueba) o su fascinación real sea el cine (David Chase, Dan Harmon) y apliquen en todo caso los métodos y estilemas narrativos del séptimo arte y no los chuscos y anticuados de la televisión. Así no es poco habitual escuchar -sobre todo ante la oleada de blockbuster, remakes y bodrios que copan las salas en la actualidad-  la manida coletilla de que "el cine se ha trasladado a la pequeña pantalla."

De todos modos y haciendo de abogado del diablo diré que técnicamente estos creativos cometen un error en cuanto a la fidelización del espectador, eso que las networks hacen tan bien. Ellos son artistas, así  lo ven sus seguidores, se la "suda" lo comercial, por así decirlo, y deben entender que trabajar para el medio televisivo tiene unos condicionantes más alla de los que ellos tienen en cuenta. Así, cosas como el tensar al espectador o introducir tres fundidos a negro durante el episodio para inserción publicitaria no se hacen para mejorar ni empeorar la serie, sino porque se ha  investigado por gente que también hace su trabajo y  que ha estudiado estos modelos hasta llegar a la conclusión de que esa es la única alternativa con algo de viabilidad. Quizá por ese motivo series mucho peores que  la suya pero adecuadas a estos parámetros triunfan mucho más, y es que la cabezonería siempre ha sido el talón de Aquiles de muchas mentes brillantes.

Aún con todo podemos pemitir que los creadores sigan enfrascados en sus manías, innoven y contravengan las normas creativas antes de ceder a la comecialidad de manual,  siempre y cuando nos sigan regalando nuevos tesoros vivos de la televisión (¿o del cine?) como las que nos ha  traído la nueva ficción americana de este comienzo de siglo. Esto crea un interesante fenómeno, digno de estudio, y es que al ser estas como he  dicho, impensables como episodios independientes, se hace absurdo (o al menos raro) seguirlos en la emisión semanal. Así productos como True Blood, Dexter, Juego de Tronos, Fringe o Breaking Bad copan las listas de ventas de temporada completa en DVD y  de descargas en las series yonkis o series.ly de turno. Y es que cuando el ver las series todos juntitos en el salón como en tiempos de Médico de Familia se ha sustituido por gente que se pega un atracón de seis temporadas en un mes en su ordenador, sin tener relación con cadenas, horarios, spots publicitarios... quizás deberíamos replantearnos el seguir diciendo que esto es televisión para pensar que quizás ha nacido el llamado cine extendido.
  
"Tony Soprano es mucho más  complejo que Hamlet, porque Hamlet dura cuatro horas y Los Soprano cinco temporadas" - Robert Mckee, gurú de la escritura de guiones en EEUU.




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