lunes, 18 de junio de 2012

El final de The Killing (Sin Spoilers)

La indiferencia de saber quién mató a Rossie Larsen

 


Admitámoslo, Rossie Larsen no es ni será nunca Laura Palmer. Que tiene mejor culo? Puede ser. Más tetas? No me cabe duda, a pesar de que la hemos visto en pocas ocasiones, pero no sólo la chiquilla ha resultado quedar muy lejos de su predecesora, sino que ese Vancouver lluvioso emulando una Seattle melancólica y gris en la que todo el mundo tiene secretos no ha rozado siquiera la profundidad surrealista y envolvente del universo Lynch (Rodrigo Cortés lo intentó recientemente, aunque con pateticos resultados según mi opinión). De todos modos ni nadie le pedía eso al drama de AMC ni él nos lo había prometido en ningún momento.

Si algo podemos decir sobre la recepción de The Killing es que ésta ha sido vapuleada hasta la saciedad. Parece que nos hemos vuelto exigentes, y lo mucho que yo me alegraría si no fuera porque los que la critican no muestran opiniones concordantes a la hora de hablar de otros productos (ejem, ejem, True Blood) lo que me hace creer que el boicot viene precedido más por un afán de tocar los huevos que por una opinión real. Así que, amigos, haced dos cosas: primero comedme la polla y después compraos un criterio. En lo que nos atañe, yo apenas necesité unos pocos episodios para mostrar una posición clara: The Killing como thriller detectivesco es una mierda, pero como serie dramática no está nada mal.

Es cierto que la serie está lejos de la perfección, de la original danesa en la que se basa y de otras de premisa similar. Tiene muchos fallos de guión, demasiado relleno y la investigación está insulsamente alargada con un montón de pistas falsas que resultan cansinas. A mitad de la serie ya casi ni nos importa quien mató a esa intrépida adolescente que salió un viernes noche de casa con dirección al baile de su instituto, y el crimen acaba relegado casi a un McGuffin. Odiaba la trama política metida con calzador que en sus comienzos nada tenía que ver con el conjunto, a ese concejal super bueno, super honrado y santificado al extremo o que en los últimos días de una campaña electoral la gente cambie de opinión a diario: Hoy quiero votar al alcalde, mañana al concejal, pasado al alcalde...

Que hay entonces digno en la serie? Todo lo demás. Casi nadie dice que su factura visual es acojonante, con una fotografía y un montaje de altísima calidad. En la primera temporada me cautivaron las escenas que mostraban el drama de la familia Larssen, en especial esa madre excelsamente interpretada por Michelle Forbes. He visto secuencias casi calcadas en los telefilmes cutres que ve mi madre los sábados por la tarde en Antena 3, y si en ese caso no me transmiten nada pero aquí me han sobrecogido, he empatizado con su dolor y hasta me han hecho sentir mal, será por algo.

La pareja de detectives que investiga el caso también es soberbia. Tienen química y están muy bien construídos. Un acierto dotar de una trama propia a esa policía obsesiva y con profundos traumas que hacen mella en sus decisiones, y que recuerda a la Olivia Dunham de Fringe o a la protagonista de Homeland. La relación con su hijo, con su exmarido  o con su prometido al que no para de dar largas en su obcecación por investigar el asesinato en lugar de dejarlo todo atrás y empezar su nueva vida como habían planeado... perlas que nos demuestran que estamos ante una historia no tan mala cómo parecía.

Es precisamente al comienzo de la segunda temporada cuando la serie da un giro espectacular relacionado con ella. El doble capítulo de inicio cambia todo. Linden está sola, parece volverse loca. Actúa por su cuenta, no confía en nadie, ni en su compañero. La investigación la irá consumiendo gradualmente durante el resto de la temporada y sólo nosotros sabemos que tiene razón a la vez que la vemos adentrarse en una vorágine de autodestrucción. La trama política empieza entonces a tomar trascendencia y entendemos que el asesinato de la joven es sólo parte de una conspiración mayor. Es entonces cuando ya  no importa quien mató a Rossie y sí que pasará con Sarah Linden o con que nueva lección nos deleitará hoy la obra de Veena Sud respecto a las estructuras políticas y su corrupción.

A veces pienso que la gente que ve The Killing para saber quien mató a Rossie Larsen es la misma que ve House por los casos, Los Soprano por los mafiosos o Lost para saber que era en realidad La Isla, y son siempre los que más decepcionados quedarán tras verla. Al final sabemos quien mató a Rossie, con una revelación final muy buena que no esperaba tras el penúltimo episodio y que concuerda con lo que se había mostrado hasta el momento, pero eso póco importa ya.

Han cogido al asesino, cierto, pero los criminales de verdad siguen ahí fuera. Linden se pregunta ¿quienes son los malos? Darren Richmond se pasó toda  su campaña luchando y sufriendo para algún día poder servir honradamente  a su ciudad, pero cuando llega la oportunidad se da cuenta de que no tiene salida, debe pactar con esos seres despiadados para los que la muerte de Rossie es sólo un daño colateral. Linden solitaria camina por las calles preguntándose  si ha valido la pena tirar por la borda todo lo que la hacía feliz para resolver un crimen que, a fin de cuentas, no cambia nada. 

Esto no es El ala oeste de la Casa Blanca ni The Wire. Las reflexiones de The Killing son mucho más simplistas y entendibles. No pasará a la historia, no es una serie de  culto, pero no es un mal producto. Los que piensen eso o no la han entendido o no han tenido suficiente paciencia con ella.

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