lunes, 25 de junio de 2012

The Newsroom, reacciones al piloto

La aventura quijotesca del buen periodismo

 


Si de elegir un momento ideal para que The Newsroom irrumpiera en nuestras vidas se tratase, estoy seguro de que no encontraríamos mejor que el actual. En este contexto de crisis/revolución/replanteamiento de valores en el que nos vemos inmersos sin posibilidad de escapar, cuál personaje de Kafka en un planeta de podredumbre (joder, qué listo soy), estamos cansados de oír que el periodismo dá asco, que la prensa nos engaña porque está al servicio del poder político y las corporaciones internacionales que en lugar de informar manipulan a las masas.

No sin justificación, la nueva apuesta de Aaron Sorkin para HBO ambientada en la redacción de un informativo de televisión que intenta  dignificar el medio levantó grandes expectativas cuando se anunció el pasado año, y tan grande era el deseo de catar esta nueva joya para los seriéfilos más veteranos como  feroces las críticas que desde los principales medios impresos estadounidenses intentaban sentenciar su muerte prematura.

Aunque algunos sean razonables, no puedo evitar pensar que en tal avalancha de rechazos hayan tenido más peso las razones políticas que las meramente artísticas. Y es que el de The Newsroom es, en líneas generales, un buen piloto, pero más que eso es (o intenta ser) una patada en los dientes contra varios preceptos que gran parte de la sociedad americana considera firmes e inamovibles. He de decirlo: los ocho minutos iniciales que preceden a la cabecera son realmente maravillosos. E indignantes. Me soprende y me agrede que cause conmoción el hecho de que un hombre afirme con sinceridad que Estados Unidos no es el  mejor país del mundo. Señores americanos, autocrítica la justita, por lo que veo... el tiempo de los padres fundadores ha pasado y ustedes, como todos, han cometido errores.


El caso es que esas desafortunadas palabras dichas en público parecen ser suficientes para que todo el gabinete del presentador de informativos Will McAvoy decida buscarse un mejor empleo antes que trabajar para el hombre más odiado de América, situación que le pondrá contra las cuerdas y por la que se verá obligado a cooperar codo con codo con su expareja Mackenzie MaChale (atentos a la interpretación de Emily Mortimer). Tal inicio no puede hacer más que reconciliarnos con la personalidad irreverente y engreída de Sorkin, que en esta ocasión parece haber transmigrado por completo a McAvoy. Y es que la carga humorística está mucho más latente en este piloto de lo que había imaginado, casi siempre en breves gags procedentes de nuestro carismático presentador.

El personaje de Jeff Daniels es tan irónico, perspicaz, punzante -y huraño a  ratos- como su creador y algo me dice que tendremos no pocos momentos sentenciadores en los que Will las mate callando. Se percibe cierto intento de crear un personaje tipo House. Desde los primeros minutos queda claro que tanto el como MaCkenzie tienen la misma filosofía. Ambos desean realizar un periodismo digno y honrado pero las maneras que tienen de expresarlo así como los medios que para ello emplearán son totalmente contrapuestos.


Así mi querido Will es cínico y pasota, parece estar cabreado con todo el mundo y sólo con algo de esfuerzo podemos ver lo que habita en sus entrañas. Mackenzie es todo lo contrario, la chupipandi, la utópica, y la señora de los discursitos idealistas cuyo objetivo es crear el mejor informativo de la televisión, y que a su vez representa uno de los mayores errores que sus seguidores achacan al productor: la pedante moralina, manifestada en esos personajes que sueltan largas peroratas para explicar el discurso ideológico de la serie y que aparte de restarle originalidad resultan poco creíbles. En ese sentido entiendo y comparto el rechazo hacia el episodio. Quizá si en próximos capítulos jugasen un poco más a insinuar antes que a mostrar los personajes ganarían más en contorno, o de lo contrario caerán en la propaganda barata, lo que sería una pena.

No pasa desapercibido tampoco lo frenético de las conversaciones. Si Boardwalk Empire es la serie donde todo dios cuenta historietas, Luna: El misterio de Calenda la de la gente que mira por la ventana y Toledo la de las desquiciantes pelucas, este nuevo drama merece la estatuilla al programa donde todo el mundo grita y se pone histérico. Bien sea en su inicio cuando Will se entera de que lo han traicionado, con el duro reencuentro de la pareja de marras o en la realización del informativo de última hora, lo cierto es que en el 90% de las escenas parece que los actores se han tomado un tripi, aderezándolas además con unos movimientos de cámara bastante frenéticos que contribuyen a aumentar la tensión.    

Sinceramente esperaba más de este arranque. Es cierto que los 72 minutos de metraje no se hacen aburridos, pero se echa de menos un desarrollo no tan facilón y de más lo absurdo de algunos personajes y sus diálogos de cartón piedra. A todos nos gusta soñar, pero unos periodistas tan honrados y a los que todos  les irá bien son difíciles de creer. Por el contrario nos ofrece perlas bastante buenas, como su protagonista, la prometedora escena inicial o algunas puyas internas a como se tratan las fuentes en el mundo del periodismo, y lo más importante: una premisa con fuerza y un buen escaparate de personajes que, si saben jugar bien sus cartas, se acabarán convirtiendo en un gran producto.

2 comentarios:

  1. Que buen post! recomendation: pon el link al trailer porque empecé a leer, no me enteraba de nada y me tuve que ir al youtube para ver el trailer y haí si que volví a volver... escribes de maravilla...

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    1. A mí lo que me ha gustado es precisamente lo que critican, si hubiese más personajes así de rotundos y morales, y menos insinuantes como tú quieres que sean, los guiones y el arte en general sería menos aburrido. Abajo lo light! Me encanta MacKenzie así de moralista, idealista, e inteligente, chupipandi porque es una tía?
      Juana

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