miércoles, 20 de junio de 2012

No me creo los realitys

Aunque entretienen más que mucho

 


No entender los diversos usos del presente me ha llevado a desaprovechar más de una oportunidad. Por ejemplo, el otro día una tía me dijo "¿Follamos?" y yo le respondí  "No, que yo sepa".
Dos casos bien diferentes pero a la vez bastante similares configuran mi reciente acercamiento a los reality show. Lo cierto es que yo veo poca tele, o por lo menos poca variedad de  tele. La gente me pregunta (más bien me preguntaría si le importase) ¿Por qué escribes entonces un blog sobre tele? Pues por dos razones. Primero porque me liaron y me cuesta decir que no. El otro motivo es hacer honor a esta nueva moda española de poner en sectores importantes a personas que no tienen ni idea del tema para acabar de hundir estos. Pasó con Rodrigo Rato, con José Ignacio Wert, con el que inventó la coca cola zero sin cafeína y con Pilar Rubio.

Después de esta introducción que os interesa mucho diré que no estaba nada ducho en realitys (o realities, no sé como se escribe y menos me apetece buscarlo en google)  por lo que empiezo casi de cero. Este viernes vi por casualidad el comienzo de uno llamado Me cambio de familia que ponían en Tele 5 y no fueron necesarios ni cinco minutos para decir que eso no hay quien se lo trague. 

El fenómeno consistía en intercambiar durante unas semanas a las madres de dos familias totalmente opuestas: una de ellas una pareja de lesbianas con un hijo gay que eran independentistas catalanas y la otra una familia muy españolista de derechas que tenía libros del movimiento nacional, creían que el catalán era un dialecto y un perro al que querían llamar Adolf pero al final pusieron Franco. Tan inverosímil como suena. 

Necesario es añadir que ambas familias eran intolerantes hasta dar verguenza ajena, y flaco favor hacían a los nacionalistas de Cataluña o a los defensores de los valores (con lo que igual no empatizo, pero entiendo y respeto) de la patria española, y de perogrullo decir que la situación estaba planeada para que saltaran chispas. Pero no me lo creo. Nada. Es decir, podemos tener la sospecha de que este espectáculo está guionizado o al menos semiplanificado, pero podrían esforzarse un poco más en que les concedamos el beneficio de la duda. 

No me creo que una persona, por muy españolista que sea, tenga suficientes banderas de España en casa para empapelar el Santiago Bernabeu ni mucho menos que tengan la citada bandera como fondo de pantalla en un ordenador colocado estrategicamente para entrar en plano. Como no, cumplieron su objetivo, y el programa fue tema de discusión esa noche en twitter. Una de dos: o producción ha hecho un trabajo de cásting acojonante para encontrar familias tan pasadas o han tirado de una buena nómina de actores. Sea como sea, se pierde la cercanía, no empatizas con quien sale en pantalla, no son gente de la calle sino muñecos falsos y artificiales

El otro caso en cuestión lo pude ver hace tiempo cuando viajé a Estados Unidos y lo volví  a encontrar ayer en FOX Crime. Hablo de COPS, docusoap que (bajo la reconocible música de Bad Boys, Bad boys...) nos acerca las gracias y desgracias de la altruísta labor de los honorables agentes de los cuerpos de la ley yankis  que cada día velan por nuestra seguridad y el sueño americano, viva el capitalismo, tío sam y los mundos de yupi... el programa es muy popular en su país de origen, ha sido parodiada en Los Simpsons y hasta un capítulo de Me llamo Earl consiste en el visionado de una ficticia edición de éste ambientada en Candem que aprovecha para mostrarnos diversas historias en las que intervienen las fuerzas de la ley.

Cada programa es muy breve, veinticinco escasos minutos, y casi siempre nos muestra como una patrulla es alertada por radio de un caso de posesión de drogas de  alguien que tiene la condicional, sobre una pelea doméstica, una infracción de tráfico... los agentes acuden al lugar de los hechos, hay algún tipo de confrontación y la resolución queda muchas veces en el aire. Para empezar, ya de por sí es raro que dejen grabar estas cosas, sobre todo por los derechos de la gente implicada a no salir en imagen (no he visto nunca pedir consentimiento cuando todo pasa a priori de improviso) pero más que nadie haga referencia a las cámaras, como si no existieran. Entiendo que el programa es muy conocido, pero nunca nadie ha dicho algo como "¿ Y esas cámaras, que son, para COPS?" 

Lo que sí tengo que decir muy a favor de estas criaturas es que enganchan, casi más que la  ficción. A mí me engancharon y me odio por eso, pero tranquilos que ya  he procedido a practicarme una automutilación genital como penitencia. Los catalanistas, los españolistas y los exconvictos no son verosímiles pero dan juego y el morbo de la confrontación cautiva emocionalmente a la audiencia (hoy estoy inspirado) precisamente por ser excesivamente vistoso. 

Sin  llegar al límite de mostrar fetos descompuestos cuando algo impresiona ya es un valor seguro. Eso dice mucho de nuestra exigencia intelectual o del prodigio de los verdaderos publicistas que hay detrás de estos formatos, no lo sé, pero visto el éxito del reciente ¿Quien quiere casarse con mi hijo? que ya prepara su segunda edición parece que tenemos tremendismo para rato.


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