viernes, 4 de octubre de 2013

Top Chef es el colapso de una tendencia llegada al extremo




Este miércoles comenzó en Antena 3 la adaptación española de Top Chef. El prime time fue ocupado durante unas horas por un formato que en su versión primigenia guardaba una gran diferencia con respecto a Masterchef: los concursantes son cocineros profesionales, con una trayectoria respetable aunque no demasiado conocida, pero en ningún caso aficionados. A España nos la conocemos todos, y -como pudimos comprobar cuando el interesante Stars in Danger acabó degenerado en nuestros ponzoñosos programas de los saltos en trampolín- aquí somos expertos en derribar cualquier idea que tenga detrás una intención loable para convertirla en morbo, griterío y una sucesión lineal de eventos planos y aburridos sin ningún sentido de la narrativa o vocación de entretenimiento.

Si analizamos el éxito de ¿Quién quiere casarse con mi hijo? o Pesadilla en la Cocina podemos adivinar que nos encontramos ante espacios que tienen su mayor baza en una controvertida galería de personajes o en un protagonista carismático y arrollador, lo que combinado con un montaje estratégico y un uso de la música que de forma irónica acentúa algunos de los momentos más ridículos y sobresaliente acaba produciendo un resultado muy divertído. Dicho efecto no existe en este deslabazado intento. Si aquellos se vieron beneficiados involuntariamente del fenómeno tróspido, Top Chef ha marcado un punto de inflexión en esta manera de ver la televisión con una segunda pantalla al lado: si antes era algo espontáneo surgido por la iniciativa propia de algunos espectadores, ahora son las cadenas las que por fin se han dado cuenta de la importancia del share social para fidelizar audiencia y crear un fenómeno de masas. Por ello el programa se ha encargado de fichar a dos de los tuiteros más influyentes en este nuevo arte transmedia: El Hematocrítico y Noel Ceballos (cuando los entrevisté sabía que le iba a sacar rendimiento al invento hasta el fin de los tiempos) ahora trabajan directamente para el enemigo comentando el programa en twitter, escribiendo un blog en la web de Antena 3 y grabando juntos un podcast semanal sobre el reality.

El Top Chef español ha degenerado por completo el concepto original para crear un producto esperpéntico. Se ha decidido trasladar al Alberto Chicote de Pesadilla... para que su personaje tratase a estos concursantes como lo hace con los dueños de los ruinosos restaurantes que está acostumbrado a visitar. Este estreno ha sido una decepción en toda regla que solo podra resultar disfrutable con el hate watching , el que loco es todo, que ganas tengo de reírme de esta mierda. Y Top Chef, como habéis comprobado los que hayáis echado un ojo a la versión americana, es mucho más. Una de las principales quejas se encontraban ante el hecho de que fuese eliminatorio, es decir, que los concursantes apareciesen y fuesen eliminados en esta primera edición sin que el espectador tuviese tiempo de cogerles cariño. Parecía más un casting de Operación Triunfo que el programa que estábamos esperando ver. 

El jurado se ha entrometido más de lo necesario. En lugar de interesarse por los platos ya finalizados e intentar aportar comentarios constructivos se han dedicado a despellejar a los cocineros mientras hacían su trabajo como si estuviesen hablando con camareros de tasca de pueblo. Ha faltado respeto, emoción y empatía. Esto no se parece es Top Chef. Hay resquicios, pero han sido impregnados por el espíritu Chicote, por el espíritu tróspido, por el espíritu español... bien es cierto que los inicios de Masterchef también fueron decepcionantes, pero aún así acabó revelándose como la sorpresa de la temporada. Aún queda un poco de esperanza, y con ese 17% de share podemos aventurar que no estamos ante lo que yo llamaría un fracaso, pero no puedo confiar en que empezarán a tratar con seriedad a los participantes. Quizá nuestros espectadores no quieren ver un programa que profundice y hable realmente sobre cocina. No podemos saberlo, pues nunca lo hemos visto.

No se me ocurren mejores palabras para explicar lo que sucedió anoche que esta frase acuñada por la persona que firma en twitter y en su fantástica columna de Libro de Notas como Jonatan Sark: cuatro tipos mirando a otros mientras trabajan, despellejándolos. Resumen de Top Chef. Metáfora de España. Lo mejor de la noche, sin duda, fue ver como se sumaban al trending topic #chefcote personalidades como Toni Nievas, Berto Romero, Santi Millán o Eva Hache con una audaz mala baba y una inventiva reamente mordaz. Bastante más que la anquilosada dinámica del concurso.  




       

2 comentarios:

  1. hay tongo.echan al mejor y dejan al mediocre del plastico y la cizana el ranchero arrabal.paso de la final no es una final justa


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  2. Esta claro que las valoraciones atienden a que no salga la unica mujer.se sigue un guion,ademas como pude haber en la final un tio que no gana una sola prueba y es sucio y se deja plasticos toxicos en los platos como es arrabal y este
    fuera el mejor por un complot.esta amanado fijo.un tongo ,vamos.estoy de acuerdo pasando de la final,el ganador no es el ganador real que mas da quien gane.

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