Por fin ha llegado el tan ansiado spin-off televisivo del blockbuster The Avengers. Había mucha expectación por ver este producto -porque a fin de cuentas se trata de un producto- que suponía la primera adaptación de Marvel en imagen real y el regreso a la pequeña pantalla del creador que en este medio alcanzó su máximo esplendor con la obra de culto Buffy, The Vampire Slayer. Sus seguidores están de acuerdo: en el fantástico piloto de Agents of S.H.I.E.L.D. se respira el aroma a Joss Whedon en muchos momentos, aunque todos coinciden en que ni es su mejor obra ni supone un paso adelante en su denso discurso autoral. Tampoco lo esperábamos.
Para no caer en el error de otras fallidas series nacidas a raíz del éxito de Lost como la irregular Heroes, Whedon ha optado por no implicarse en el suicidio que supondría realizar una narrativa episódica protagonizada por superhéroes. En su lugar prefiere adoptar una mirada mundana y más cercana al ciudadano de a pie y las consecuencias que suponen para él vivir en un mundo poblado por villanos con poderosas armas y personas normales con poderes tras la batalla de Nueva York que se vivió en la película. Si pretendíais ver a Hulk o a Iron Man paseándose por vuestro televisor, lamento decepcionaros.
Los agentes de la división S.H.I.E.L.D. son los héroes invisibles que se encargan de limpiar el campo de batalla después de que Thor y Loki hayan hecho de las suyas. Una discreción que contrasta con la imagen pública de los vengadores originales, abrumados por un exasperante fenómeno fan. Para capitanear este equipo se ha tomado la opción de resucitar (las condiciones de su recuperación en Tahití parecen un misterio que irán desvelando con cuentagotas) desde la película al Agente Coulson, un personaje incisivo y carismático cuya sola presencia domina el piloto. Para él se reservan algunas de las mejores bromas que relegan al otro protagonista, el agente Ward, a un segundo plano.
Dentro de este universo marvelita deberán encargarse de establecer el orden ahora que todo es diferente, no hay reglas establecidas y nadie tiene ninguna certeza sobre lo que puede ocurrir. Una situación que sirve para crear un procedimental de corte fantástico que entre sus múltiples lecturas deja ver una identificación alegórica con nuestra sociedad en plena crisis económica y de valores. El obrero desempleado que protagoniza el caso de esta semana muestra que convertirse en un superhéroe de la noche a la mañana puede suponer un problema más que una satisfacción. Sigo pensando que el discurso final que pronuncia en la estación de tren adquirirá para muchos de vosotros pleno sentido en la España de Mariano Rajoy.
Es imposible no maravillarse con algunos diálogos afilados de una complejidad estructural apabullante o con los toques de crítica ácida y parodia anti-nolan con las que Whedon puede cachondearse de las películas de superhéroes con pretensiones de trascendencia y los tópicos del género, siempre desde el respeto que tiene un amante del mismo que nos cuenta a su vez una historia de calidad. Un piloto sin excesos que sirve para introducir un universo y unos personajes que, conociendo el precedente de las anteriores series de su creador, posiblemente acabe abandonando el procedimental y se transforme en algo tan sorprendente como brillante. A no ser que Disney y ABC pretendan cortarle las alas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario