Hoy Enrique González Macho y Emilio A. Pina, presidente y director General de la Academia de Cine, han anunciado que el periodista Manel Fuentes será el responsable de conducir la gala de los Premios Goya del próximo año. La decisión solo puede dejarnos con una sensación bastante tibia a los que rechazamos con vehemencia la actividad desarrollada en estos dos últimos años por una desafortunada e irritante Eva Hache. Lo más probable es que este nuevo anfitrión supere con creces la labor de su predecesora (cosa no demasiado complicada), pero su elección parece indicar que la Academia no tiene interés en continuar con ese aperturismo iniciado en los tiempos de la presidencia de Álex de la Iglesia ni apostar por el discurso tan cercano a la humillación de los presentes que caracteriza últimamente a estas galas de premios en Estados Unidos.
Fue Ricky Gervais quien abrió la veda en los Globos de Oro de 2011 para un espectáculo en el que se puede insinuar cualquier bestialidad sobre esos millonarios que acuden mostrando sus excesos en forma de vestuario a un lugar donde unos amigos se dedican a darse premios entre ellos. Jimmy Kimmel, Tina Fey y Amy Poehler o Seth Macfarlane parecen haber aprendido la fórmula perfecta para crear una ceremonia ingeniosa y mordaz. Fuentes ha dado muestras en el pasado de un espectáculo inteligente, tanto en sus colaboraciones radiofónicas y en Crónicas Marcianas como cuando se colocó al frente del espléndido late La noche.... con Fuentes y cía y de la última etapa digna del Caiga Quien Caiga antes de su declive, pero por desgracia aquella imagen se antoja ahora muy lejana.
El catalán se encuentra amilanado actualmente en un espacio de parodia musical realmente plano que pese a haberse movido con un relativo éxito en las dos temporadas hasta ahora emitidas carece de ningún elemento en verdad sugerente. Mucho me temo que este será el tono que el equipo encargado está planeando para los Goya de 2014: un producto bastante clásico que siguiendo la línea de la televisión pública actual nos hará retroceder en el tiempo unas cuantas décadas. Muy poco probable es que intenten explorar la bravuconería que tan buenos resultados otorgó a José Corbacho y Andreu Buenafuente, los cuales ayudaron modestamente a limpiar la imagen de un evento hasta entonces muy denostado para la opinión pública.
En las dos últimas ceremonias hemos visto dos ejemplos que nos dan pistas de donde podrían encontrar esa línea en consonancia con el público: Santiago Segura y Los Chanantes al completo fueron lo mejor de ambos espectáculos. Sus breves pero estudiadas apariciones aportaron un soplo de aire fresco a un evento rancio e interminable. Ambas opciones han sido testadas, las dos han funcionado y hasta recibieron feedback de algunos espectadores que pedían que fuesen ellos los presentadores de la siguiente edición. Deseos que, por intereses que nunca llegaremos a conocer con total transparencia, no se verán nunca cumplidos.
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