jueves, 27 de diciembre de 2012

Recomendación de serie (VIII): Frasier

Daphne: Ustedes los hombres también usan el sexo para conseguir lo que quieren
Frasier: ¿Como vamos a usar el sexo para conseguir lo que queremos, si lo que queremos es sexo?
Hablar de una serie como Frasier es mentar historia viva de la comedia televisiva, aunque no sean demasiados los que la conozcan en España. Aquí fue Antena 3 quien la estrenó originariamente, pero lo hizo de madrugada y con una escasa acogida, recuperándola completa después Canal+ en horario de access prime time, por lo que en su día pasó casi desapercibida en nuestro país. Posiblemente estemos ante una de las mejores sitcom (sino la mejor) de la historia y una de las que, junto con Friends y Seinfeld, ayudaron en la década de los 90 a replantearse un género televisivo que, heredero del teatro clásico y el docudrama radiofónico, llevaba desarrollándose desde los inicios del medio (los más veteranos recordarán en los 50 a Lucile Ball y su I Love Lucy). Realizada originalmente para la NBC, elevó al olimpo a esta cadena y, junto con las tres antes mencionadas y el drama médico Urgencias, consiguió llevarla a sus cotas más altas en la noche de los jueves. Cuando tanto esta como Friends finalizaron en 2004 empezó  también el declive del canal del pavo real. Frasier estableció el récord de 37 premios Emmy, entre los que se encuentran el de mejor serie de comedia de forma consecutiva durante cuatro años entre 1994 y 1998 y cuatro al mejor actor y mejor secundario para Kelsey Grammer y David Hyde-Pierce.

Trailer



Niles, ¿un jerez?

No podemos olvidar que esta es un spin-off de la mítica Cheers, protagonizada por Ted Danson y ambientada en una taberna de Boston, que triunfara como ninguna en los 80. Apenas unos meses separaron el final de una y el inicio de la otra. Cabe destacar, además, que ambas tuvieron exactamente once temporadas. Para llevar a cabo esta nueva creación se contó con tres excelentes guionistas de la serie original: David Angell, Peter Casey y David Lee. La idea básica era distanciarse radicalmente de su predecesora, por lo que mudaron el centro de la acción a la otra punta del país y decidieron contarnos la vida desde el punto de vista de un ambiente familiar y laboral, muy lejos del grupo de amigos de bar que habían estado retratando hasta entonces. Para ello utilizaron uno de los personajes más populares que tenían en plantilla, el reputado psiquiatra Frasier Crane, que ahora abandona Massachusetts para volver a su ciudad natal Seattle. Pero su pacífica vida se verá alterada cuando tenga que acoger en casa a su padre Martin Crane, un policía retirado tras recibir un disparo en la cadera con el que no tiene muy buena relación, y a Daphne Moon, una fisioterapeuta a la que se verá obligado a contratar para la rehabilitación de este y que se instalará en el cuarto de invitados. El reparto principal lo completan el hermano de Frasier, Niles, y Roz Doyle, la productora del programa de radio en el que empezará a trabajar Frasier.


Niles, que también ejerce como psiquiatra, ha cargado siempre con el lastre de ser el hermano pequeño, lo que genera una fuerte envidia hacia Frasier. Ahora lo que le fastidia es, por ejemplo, que mientras él atiende cada día en su consulta a las personalidades más influyentes de la ciudad, sea la cara de su hermano la que aparece en las vallas publicitarias por hacer un estúpido teatro radiofónico. Sin embargo, la personalidad de ambos es bastante afín, y no tardarán en encontrar el uno en el otro el mejor compañero para sus peculiares aficiones. De hecho los productores estuvieron a punto de rechazar la serie por culpa del gran parecido entre hermanos. Yo estaría de acuerdo en que esto no podría funcionar si no fuese porque los dos tienen un contrapunto maravilloso: su padre. Gracias a él la base principal de la serie es un tema muy recurrente en el cine de Woody Allen, la sátira hacia la pedantería y el esnobismo de ciertos grupos de intelectuales. Esto es algo que me cautiva, porque en el fondo son todos iguales. Da igual que nos refiramos a los intelectualoides neoyorquinos que representaba Diane Keaton en Manhattan, a la élite cultural de la Seattle de los 90 o a los actuales modernillos de Barcelona que circulan con sus Longboard mientras suben fotos a Instagram y escuchan lo último de Vetusta Morla, grupo cuya mención se está volviendo muy recurrente en mis artículos.  

Frasier: Que cantidad de idioteces hemos dicho sobre su libro. Me siento como la primera persona que leyó Hamlet y le dijo a Shakespeare ¡Cómo invita a pasar las páginas!

Así, a Frasier y a Niles les encanta ir a la ópera, organizar catas de vinos, hablar de literatura clásica y comer en los restaurantes más refinados de la ciudad. Son personas excesivamente preocupadas por las apariencias, por mantener un estatus hasta extremos ridículos, y es todo un festival de risas escucharlos hablar de forma totalmente pedante y estúpida. Como contrapunto está Martin, un hombre corriente que solo quiere sentarse en su viejo sillón (que desentona con el diseño de mobiliario de su hijo) a beber cerveza y ver el baseball. Los dos chicos heredaron la curiosidad científica e intelectual de su madre, y por eso se les hace difícil la relación con este hombre que representa todo lo opuesto a su estilo de vida. Pero al final siempre son las frases de este personaje las que mayor sabiduría demuestran. Martin es sensato, coherente e inteligente. Demuestra como, sin necesidad de buscar complejas teorías psicológicas ni de tener mucha cultura, la experiencia vital es suficiente para dar buenos consejos a sus hijos y llevarlos por el buen camino. Resulta paradójico que cuando una persona más cercana al mundo y a las inquietudes intelectuales como yo de repente ve esta serie, se siente mucho más identificado con todo lo que dice el padre que con cualquiera de los dos hermanos. De hecho, a veces cuando veo a compañeros alabar sus propias aptitudes artísticas y despreciar el poco talento de la gente cercana, pienso en Martin Crane y en lo absurdo de la gafapasta. En silencio me río de su incapacidad para ser felices. Es en uno de los primeros capítulos cuando, tras dejar en ridículo a su padre, Frasier y Niles reflexionan sobre si se habrán vuelto tan snobs como para no poder disfrutar de las pequeñas cosas de la vida. Esto me ha hecho reflexionar sobre el hecho de que a veces todos somos un poco Frasier y un poco Niles. Y que una novela, una película o en este caso una serie logren hacerte pensar sobre tu vida es lo máximo que les podemos pedir.


Siempre que tengo que defender sus guiones  destaco dos cosas: la empatía de Frasier con el espectador y la encomiable vis cómica de los dos hermanos, sobre todo de Niles. Muchos de los capítulos se centran en problemas interiores que tiene el protagonista y las reflexiones que surgen a raíz de ellos. Son estos episodios en los que te das cuenta de que su personalidad (en parte ya forjada en Cheers) es muy compleja. Os asombrarían la cantidad de detalles perfectamente hilados, repasados y machacados que los guionistas le han adjudicado. Frasier es obsesivo, y la mayoría de conflictos internos que encontramos en él podemos aplicarlos casi todos a nuestras propias vidas. La psicología es un tema recurrente, son numerosas las tramas espejo en las que el caso de un paciente episódico sirve para que los protagonistas se planteen serias reflexiones sobre el amor, la familia, el trabajo, la rivalidad, el arte o el deber moral. Hay algunos capítulos con planteamientos tan profundos y metafóricos que le escupen a la cara al 80% de las series de drama actuales. Pero los que no tienen este planteamiento dramático lo compensan con una historia banal pero sublime, divertida y cargada de frases y chistes visuales que deberían pasar a la historia.  

Soy el Doctor Frasier Crane, le escucho

Aunque son muchos y variados los personajes, es muy fácil darse cuenta que el carisma reside principalmente en Frasier y su hermano. Por su trasfondo dramático (porque para mí esta comedia, como las mejores, tiene mucho de drama) está claro que Frasier es el mejor personaje, pero Niles le sigue muy de cerca, y en cuanto al arte de provocar risas el segundo se lleva más minutos de oro. La magnífica interpretación de David Hyde-Pierce hace que le cojas cariño rápidamente a ese rubito risueño que es el menor de los Crane. Sus anécdotas, sus frases incisivas, esa sensación de ser un pez fuera del agua o sus inútiles suspiros hacia ese amor platónico al que parece que nunca conseguirá.... una decisión muy acertada ha sido la de que el típico secundario gracioso esta vez no fuese un personaje gordo y estúpido. Niles es a veces torpe y entrañable, pero también inteligente, creativo y con buen corazón. Adoro a Niles. 

Roz: ¿Has oído todas las cosas asquerosas que han dicho de mí? 
Frasier: ¿Qué hacías el amor conmigo? 
Roz: ¡Sí! 

Otra de las historias que está presente a lo largo de toda la serie es el fracaso del matrimonio de Niles con su esposa Maris y el flechazo (y posterior enamoramiento) no correspondido de este hacia Daphne, lo que motivará una serie de visitas injustificadas a casa de Frasier. Mención especial a Maris, pues es alguien que nunca sale en pantalla pero que conocemos con todo lujo de detalles a través de las pildoras con que nos la describen en el transcurso de la serie. Maris es una aristócrata extremadamente delgada (motivo por el que se hacen muchos chistes a su costa) y de personalidad fría y caprichosa, que padece una malsana obsesión por las operaciones de cirugía estética y la posesión de riquezas extravagantes. Es muy fácil adivinar que este matrimonio no funciona, y se entiende que este hombre vaya fijando paulatinamente su atención en otra mujer a la que tiene que ver a diario. Es tan tierno como divertido ver a Niles suspirar de forma totalmente obvia por Daphne ante todos los demás personajes, siendo ella la única que no se entera. Tengo que decir que soy un fan particular de la relación Niles-Daphne en las distintas etapas por las que pasa, y esta es uno de los alicientes que me animaron a ver la serie completa.

Lo que diferencia y eleva a Frasier por encima del resto de comedias convencionales son -aparte de los argumentos- esos diálogos imposibles pero que a la vez funcionan inequívocamente. La verborrea de los personajes está muy bien estudiada, con una economía de acciones y de palabras capaz de hacer avanzar la acción y provocar la risa sin perder el ritmo. Mientras que en la mayoría de sus contemporáneas parece que tienen que cortar la escena para introducir el momento ahora metemos el chiste, aquí nada resulta forzado. En España estamos acostumbrados a la ponzoña más grimosa poniendo a los personajes a gritar y a soltar burradas soeces. Pues el mérito de esta serie que casi ninguna ha sabido igualar consiste en recurrir a unos personajes sin ningún tipo de histrionismo que hacen gracia a través de sus defectos y las situaciones a las que estos los llevan. Por encima de sus debilidades, lo que les da consistencia es el amor y la humanidad. Los personajes son snobs, pero no unos cabrones. Podemos palpar su esencia humana, y eso acaba dando un tono optimista y esperanzador a un relato que en el fondo tienen mucho de trágico. En una secuencia podemos ver al Frasier más snob gritándole a su cita porque quería rebajar el vino con gaseosa y en la siguiente visitar en casa a su amiga Roz para consolarla porque esta cree que su vida ha perdido sentido o que nunca será una buena madre. Humanidad.


Una idea que no podemos dejar pasar desapercibida es la del programa de radio, pues no creo que su inclusión sea casual y ayuda a dar un enfoque narrativo diferente a algunas situaciones. Frasier ejerce como psiquiatra de este peculiar formato al que la gente llama para contar sus problemas y el doctor intenta ayudarles mediante pequeños consejos. Así se crean innumerables situaciones disparatadas entre los oyentes (que en ningún momento vemos en imagen) y la estación de radio, además de múltiples reflexiones sobre problemas psicológicos que pueden ir desde el gag de inicio de episodio hasta protagonizar tramas complejas. Además, la participación de Frasier en el espacio contribuye a que el Doctor Crane se convierta en una celebridad local, haciendo que al pronunciar su nombre casi todo Seattle lo reconozca y asegure haber oído el programa alguna vez. Son muchos más los detalles que convierten a esta serie en una joya muy fácil de disfrutar, capaz de arrancar desde la lágrima más emotiva hasta la más sonora carcajada, así que solo puedo recomendaros una vez más su visionado. 

Desde hace varios meses se ha vuelto a hacer un gran eco, ya que  podemos encontrarla en el canal de pago AXN White y también en La 2, de Lunes a Viernes a las 20:15. Humoristas como Dani Mateo o el crítico de televisión Pepe Colubi han confirmado su fascinación por ella, así que vosotros ¿a que esperáis? Colubi de hecho no se cansa de avisar hasta la saciedad por twitter que va a empezar Frasier en La 2.  Si no me equivoco hoy se emitirá el doble episodio final, y espero que luego empiecen otra vez desde el inicio. Si preferís verlo por la red, la tenéis aquí. Eso sí, en V.O., el vozarrón de Kelsey Grammer (que además canta la sintonía de cabecera) respetadlo, por favor.    

Frasier: Hay que ver, Frasier, otra vez sufres la tragedia de ser inteligente y estar solo.

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2 comentarios:

  1. La descubrí hace poco en La 2 y lo cierto es que me tiene enganchada. La inteligencia de sus guiones es mayor de lo habitual. Me río mucho con Niles.

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  2. Una serie imprescindible. Inteligente y muy bien estructurada. Ves el primer capítulo y el último y te das cuenta de la coherencia argumental de todo el conjunto. Y los actores en estado de gracia.
    Los americanos tendrán lo suyo pero haciendo joyas de series como esta no tienen precio.

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