miércoles, 6 de marzo de 2013

El buen gusto y el espectador inteligente

En la variedad está el gusto. Sobre gustos no hay nada escrito. A menudo me pregunto que es en realidad el gusto artístico, si acaso existe el buen gusto e incluso si es lícito esgrimir el argumento casi hitleriano de que una opinión pueda ser más válida que otra. Mediante la sinestesia los seres humanos somos capaces de algo tan insólito como asociar una imagen a una sensación, y en eso se han basado todas las artes a lo largo de la historia. Cualquier expresión artística busca conectar con las emociones del espectador a un nivel que escapa de lo racional para adentrarse en el alma. Por eso decimos que el gusto o las preferencias son subjetivas. Y por lo tanto, siempre respetables. Si pensamos así cualquiera podría ser crítico profesional y decir lo que le diese la gana de cualquier cosa con total impunidad. Nadie tendría razón y a la vez todos la tendríamos.

Criterios aleatorios

En La distinción. Criterios y bases sociales del gusto, P. Bordieu explica que el gusto limita nuestras preferencias y define las relaciones incluso antagónicas de cada individuo con la cultura según el espacio y momento en donde la hayamos adquirido. Este lugar es el habitus, generador de las conductas fácilmente clasificables que tenemos por pertenecer a un grupo social. Vivimos en una sociedad tremendamente endogámica que marca nuestros hábitos y nuestra forma de actuar: nos dicen que ropa vestir, que música escuchar, que comer y hasta el canon de belleza física de la persona a la que queremos follar (y posteriormente amar con locura). Ahí entran la publicidad, la manipulación informativa y un montón de cosas que ya sabemos todos. Después hay gente que se desmarca de esa tendencia. Por eso el capital económico ha creado distintas clases dentro del mundo de la industria cultural que pueden clasificar a las personas como más elitistas o más vulgares. Lo mainstream y lo underground. Lo idiota y lo megaidiota.  

Un buen ejemplo lo encontramos en la televisión de culto o en el cine. Algunas personas, bien porque tengan más sensibilidad, sean más inteligentes, hayan visto más películas o las analicen desde una perspectiva diferente, juzgan el mal gusto de las producciones que tienen un toque kitsch, cursi, vulgar o pedante y de los consumidores a los que estas cosas les gustan y les emocionan. Esta es una actitud que tienen algunos de los denominados gafapasta y que me repugna, porque consiste en usar la cultura no como lo que es, una manera de disfrutar y enriquecer nuestro interior espiritual y humano, sino como un instrumento para posicionarse en un punto de superioridad moral e intelectual con el que atacar al contrario. Lo cual normalmente viene precedido por frustraciones y venganzas derivadas de la infancia. Para mí solo hay una cosa que puede invalidar ese prejuicio hacia lo snob: los argumentos. 


A veces ves a alguien defender una serie que te encanta usando ideas erróneas con las que compruebas que no ha entendido nada sobre ella. Del mismo modo, cuando encuentras que otra persona argumenta perfectamente sobre una obra que a ti no te gusta empiezas a plantearte si no habrá detrás algo más que tú no has visto. Los mejores publicistas saben que el concepto de espectador inteligente es una patraña. Cualquier espectador es inteligente en el sentido de que puede sentarse cada noche frente al televisor y disfrutar con las peripecias que viven unos personajes. Esa es la base de todo y el motivo por el que quiero dedicarme a esto, comunicar y transmitir a cuanta más gente mejor. Si alguien dice que una película no se entiende, lo más probable es que el autor haya cometido un error en la transmisión de información. Hay excepciones, claro. A veces el fallo es tuyo y no de los demás. La gente por lo general tiene tendencia a crearse una coraza ante lo que  no comprende o le resulta raro o agresivo, y la mejor manera de protegerse en estos casos es soltar una serie de improperios o palabras exaltadas para decir que algo es una basura. No es que no esté hecho para ti o no te hayas esforzado en comprenderla, es que es una mierda. Y como es tu opinión ya es válida.  

En la literatura, el cine, la música o la escultura nada nace de forma aleatoria. Hay una técnica, una disciplina y un respeto por toda la escuela precedente. E ignorar todos esos aspectos a la hora de hacer una valoración demuestra prepotencia y falta de respeto hacia los profesionales que consagran su vida a ello. Igual que la gente de la calle no se atreve a dar su opinión sobre neurocirugía o arquitectura porque saben que ante la opinión pública quedarían como idiotas, esto mismo sí es aceptado con campos aparentemente banales como la música o las series de televisión. Es cierto que en este ámbito no hay sentencias absolutas e irrebatibles por culpa de esa pequeña porción de subjetividad que implica, pero esa no es excusa para que valoremos todo siguiendo criterios aleatorios y la polarización del me gusta / no me gusta. Polarización que es uno de los males endémicos de la cultura de internet y las redes sociales de microblogging en la que es casi imposible profundizar. Como sociedad deberíamos estar más abiertos a recibir influencias del exterior y a realizar un segundo visionado antes de tachar de fumada, rayada o estupidez a todo lo que no encaja con lo que conocemos de antemano.

La que se avecina no es mejor que Community de la misma forma que Santiago Segura no es superior a Woody Allen. Y no es algo que se pueda rebatir con la frase es que a mí me gusta más. Una cosa es que te guste y otra que sea mejor. Las opiniones deben estar fundamentadas en criterios estables y argumentos sólidos. Ningún ser humano poseerá nunca la verdad absoluta, así que el que más cerca estará de tener la razón será el que mejor sepa defender su punto de vista. No tenemos que tomar como dogma de fe todo lo que diga la crítica especializada o las personas que conocen en profundidad un tema, pero nuestra primera reacción ante sus palabras debería ser la de intentar aprender de ellos, y no atacarlos exponiendo de forma arrogante nuestra ignorancia.      

                  

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