viernes, 12 de octubre de 2012

Here Comes Honey Boo, del horror a lo antisocial con la vida de una niña modelo

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Alana Thompson tiene solo siete años y ahora mismo es la gran revelación de la pantalla estadounidense tras protagonizar el documental Here Comes Honey Boo. Emitido por la cadena TLC, es un spin-off de Toddlers & Tiaras, formato del mismo género ambientado en los certámenes de belleza para niños. Esta chica en concreto despertó mucho interés entre la audiencia por su desparpajo y forma de hablar, además de su excéntrica familia, lo que llevó a que ahora nos podamos adentrar en su más que peculiar vida.

El éxito de audiencia abrumador de su primera emisión coincidió con unas nefastas críticas, que comparto solo en parte. Y es que un programa bien hecho es un programa bien hecho, por mucho que el contenido no sea el más cultural o interesante del mundo. El prestigioso portal The A.V. Club lo calificó como una historia de horror mostrada en forma de reality show. Otros lo acusaban de ser demasiado bestia, manipulador o incluso de practicar la explotación infantil.

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Lo que Here Comes Honey Boo sí puede ser, es esperpéntico. Llamativo, con ritmo y grabado en multicámara con unos tiros bien envidiables. Transmite mucho, descoloca, desorienta y es un poco naif. Y como viene siendo habitual, es muy corto, 20 minutos por programa. No es exactamente un reality, no hay pruebas ni personajes sacados de su entorno habitual. Nada de eso hace falta: la familia Thompson es lo suficientemente friki  para que sus actividades cotidianas llenen varias  horas de imágenes.

Mike, el padre, trabaja siete días a la semana en una mina para mantenerles. Su madre June tuvo a su primera hija con 15 años y pensó en darla en adopción. Ahora todos sus hijos viven juntos, cada uno de un padre distinto. Ya que el chiste de la cabecera sea la susodicha matriarca tirándose un pedo, nos dice mucho sobre por donde van los tiros. El programa a veces resulta divertido, pero muchas veces es soez rozando el mal gusto.



Ya en la primera edición podemos ver una especie de feria donde se celebra una competición en la cual hay que agarrar pies de cerdo con la boca y más adelante entra en escena el cerdito mascota de la chiquilla que llega a cagarse cuando lo ponen en la mesa de la cocina. El puntazo son los personajes. Todos, y la madre más que nadie, son malhablados, maleducados y practican un humor desagradable. Entre ellos forman un conjunto bien equilibrado y muy divertido, sin nada que envidiar a las mejores familias de las sitcoms locas de la televisión clásica.

Si hablamos de la niña, con solo verla cinco minutos entendemos por qué ha causado tanto revuelo. Es una Little Miss Sunshine de manual, una barbie diminuta que siempre tiene algo que decir en el momento adecuado, tanto que dudé que algunas de sus líneas se las hubieran escrito. La pqueña Honey Boo ha hecho bien su trabajo, lo ha petado literalmente, colándose entre lo más exitoso del cable americano (y mira que no habrá cosas buenas allí en la tele por cable) con 2,25 millones de espectadores en su estreno y llegando a los 2,75  en su despedida, con buenos datos en demográficos.

La niña y su madre han sido parodiadas en multitud de late shows y programas satíricos como los de Craig Ferguson o Jimmy Kimmel, Saturday Night Live y The Young Turks. Honey Boo es prácticamente, aunque quizás efímero, un icono de la cultura popular. La cadena TLC no ha querido dejar pasar esta oportunidad y por eso ya ha programado tres especiales para Halloween, Acción de Gracias y Navidad. Además, Ryan Murphy ha comunicado que en esa serie horrenda que es The New Normal rendirán homenaje al programa, disfrazándose los personajes de los miembros de esta familia.



Esto me lleva a una reflexión. Muchos se quejarán de que tal producto les resulta poco realista, exagerado o un insulto a la inteligencia. Pero, con la proliferación que hemos visto en los últimos años de ficciones rodadas en formato de falso documental (de lo que, no olvidemos, su principal precedente fue Take The Money and Run, de Woody Allen) me pregunto que habrían pensado si les dicen que esto es una serie. En mi caso, obviamente tendría muchos fallos de trama y de estructura, pero cambiándole también algo el tono a los personajes para que fuese más creíble sería un producto con enormes posibilidades. Ya decía Truman Capote que la única diferencia entre la realidad y la ficción es que la ficción tiene que ser coherente.

Archivo fotográfico ⎪ tlc.discovery.com

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