sábado, 20 de octubre de 2012

Polémica en bandeja con la satira del efecto fukushima en Francia



Tras lo sucedido hace unos meses con los guiñoles de Canal+ Francia y sus polémicos gags sobre el dopaje en nuestro deporte que pusieron en pie de guerra a una masa desproporcionada de españoles muy orgullosos de su patria solo cuando les conviene, la televisión de ese lugar que queda un poco más arriba de Andorra  y a su vez, más lejos que nosotros de Alemania, vuelve a estar en el punto de mira por otro desafortunado incidente.

Comentando en su programa satírico de Canal France el partido en el que Japón se impuso con un 1-0 sobre Francia, el famoso humorista Laurent Ruquier felicitó al jugador Eiji Kawashima atribuyendo su alto rendimiento a los cuatro brazos que ahora tenía gracias al efecto Fukushima. La embajada japonesa en Francia enviaba este martes una carta de protesta ante lo inapropiado de aquel comentario, que según ellos hería los sentimientos de las personas implicadas en el famoso desastre que asoló al país nipón tras el terremoto ocurrido en 2011 y dificultaba enormemente la reconstrucción.


Más de 15.00 personas murieron, y cerca de 3.000 siguen desaparecidas tras el desastre. Este chiste y su repercusión, al igual que algunas portadas de El jueves, deberían hacernos reflexionar sobre cuales son los límites del humor. Si echamos un vistazo a la historia, comprobaremos como objetivamente las bromas blandas, secas y que no se casan con nadie suelen estar condenadas a la mediocridad y el olvido. El humor es ironía y tiene que ser molesto, apretando ciertas clavijas del ser humano.

Eso no excluye que pensemos siempre en como pueden afectar nuestras críticas antes de lanzarlas. Un gran problema que tenemos muchos en estos tiempos es que no hemos sido demasiado educados en la gestión de las emociones, y por lo tanto a veces es díficil distinguir lo cruel y saber cuando se está haciendo daño. Si algo defenderé siempre, es que el objetivo del humor no es otro que el de aliviar tensiones, hacer soportable una situación complicada y sacar el lado bueno de las desgracias. 

¿Tendría algún sentido contar un chiste sobre el 11-S mientras están cayendo las torres? Sería nauseabundo ¿Hacerlo más de 10 años después? Depende del chiste. Depende de que critiques, como lo hagas y con quien te metas. En este caso el chiste era bastante fuerte, pero también ingenioso y atrevido. En cierto modo, también ha dejado en ridículo a los franceses al mostrar el constante pique que muestran siempre que no saben perder. Alimentan esa imagen que tenemos de ellos: arrogantes, estirados, extremadamente finos, cultos, y que acaban todas las palabras acentuando una é.

Lo que para muchos denotaba el sketch sobre el dopaje es que los gabachos llevan mal no ser los primeros, y por eso tienen que burlarse buscando que los demás parezcan inferiores. La calidad de los chistes creo que es lo más discutible. La moralidad, que me perdonen, no la veo tanto. Lo único que me dio pena de la noticia del dopaje fue la nostalgia de que en España Canal+ haya prescindido tanto de la versión española de Las noticas del Guiñol como de muchos espacios con una estética parecida que le daban un toque de calidad y muy personal. La gente prefiere ver fútbol, eso sí.

Lo único por lo que podría juzgar de estos chistes es que están bastante cogidos por los pelos. No son brillantes, ni tampoco valientes. Un poco facilones, nada más. Respeto que a las víctimas les pareciera un comentario ofensivo, pero más allá nada que objetar. No dedicaría ni un minuto a almacenar resentimiento contra una persona que no quería hacer daño, y si muchas horas a cultivar la autocrítica y la capacidad de reírse de uno mismo.

Archivo fotográfico ⎪ sitioandino.com,  YouTube.com

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