Dentro de cien años la gente seguirá hablando de Los Simpsons. Nunca un fenómeno de masas ha logrado alcanzar niveles de calidad tan elevados como para mantenerse durante casi diez años como una de las mejores series de la historia. Que tiempos en los que crítica y público de todas las edades y condiciones sociales se rendían ante la obra definitiva. Un hito en la animación para adultos y un producto de culto que con un humor mordaz, sangrante y honesto abrió camino a una nueva forma de hacer televisión que ahora se ha asentado en las cadenas de cable. Sin embargo, desde hace unos cuantos años el declive en su calidad es más que evidente, habiendo quedado relegada a un juguete simplemente divertido, que no se acerca ni a un esbozo de lo que fue en su día.
Lo que es fácil de comprobar con solo sentarse ante un capítulo de entre la cuarta y la duodécima temporada es que estamos ante algo sublime. Perfectamente construido, inteligente, muy gracioso, con personajes carismáticos y capaz de generar escenas míticas que lograron grabarse en nuestras retinas y ya forman parte de la cultura popular. El Ouch! de Homer, el Ja-ja de Nelson, el Hola ,holita, vecinito de Flanders o el ¡Excelente! del Señor Burns. Los fressisuises, las Duff, el flameado de Moe, Lenny y Karl, Ralph Wiggum, Millhouse, Troy McClure...
Capítulos como el de los movimientarios, en el que Homer se hace crítico gastronómico, el de Mr. Quitanieves, cuando Bart vende su alma, la parodia de la ley seca, George Bush padre mudándose a la casa de enfrente o la breve carrera del cabeza de familia como astronauta. Algunos de estos episodios están referenciados entre los mejores de la historia de la televisión. Pero como toda serie de culto, es normal que el chicle no pueda ser estirado más allá de un tiempo limitado sin sufrir cierto desgaste.
Lo que antes eran situaciones creadas llevando al extremo la locura de sus personajs acabó derivando en una sucesión de momentos estrafalarios sin más coherencia que la necesaria para hacer reír. Antes era una locura sana y optimista, ahora irracional y molesta. De ser un extremo interesante en el que le seguías teniendo cariño a los personajes, hemos pasado a otros absurdistas, donde cualquier situación podía tener cabida sin pensar previamente para que serie la estaban haciendo.
El inicio de esta transformación coincidió casi unívocamente con la llegada a comienzos de siglo de Al Jean en solitario a la producción ejecutiva. Fue entonces cuando el invento de Matt Groening involucionó hasta convertirse en algo más cercano a sus hermanas de la animación para adultos Family Guy y Futurama. El público actual de Los Simpons es más cercano al que alaba cada disparate de Peter Griffin que a los que disfrutábamos con sus inicios a mediados de los 90, gente que no vio esos primeros capítulos y que probablemente no haya difrutado de cine anterior a 1980, y por lo tanto no pueden comparar.
¿Se volvieron Los Simpsons una serie nefasta? No demasiado, ya nos gustaría en España tener una sitcom la mitad de buena. Simplemente, si no tuviesen el caché que los lanzó a la fama pasarían sin pena ni gloria por la parrilla. Una serie mediocre, divertida, que podría triunfar o fracasar según la suerte que tuviera, pero sin posibilidad alguna de influír en la sociedad como en sus mejores tiempos. Pero una vez más que superado el proceso de adaptación a los nuevos Simpsons estos también empezaron a cansarme. Los guiones cada vez son más simplones y repetitivos, evidenciando que necesitan una eutanasia rápida e indolora desde la decimonovena temporada.
Lo único en lo que la serie mejora cada día más es en la calidad visual. En el resto la degradación no para de aumentar. Supe que los argumentos estaban muy trillados cuando vi un capítulo en el que una de las hermanas de Marge se casaba con el abuelo. Y en la última temporada hay una relación entre Ned Flanders y la profesora de Bart, Edna Krabappel. Además, no es difícil notar que nos han acostumbrado a un mecanismo narrativo bastante irritante: todos los capítulos plantean dos, o incluso tres situaciones que no llevan a nada y que, tras ocupar casi un tercio del mismo, desembocan de forma casual en la trama principal.
Casi ninguno de estos momentos son interesantes, ni originales ni emotivos. No han renunciado a la mordacidad, pero esta es mucho más explícita y menos hiriente, recurriendo casi siempre a los cameos de turno. Se han adaptado a lo que la audiencia contemporánea demanda: mucho estruendo, más espectacularización y menos reflexión. Una familia que en su día fue única y a la vez nos representaba a todos, y que ahora es mucho más genérica pero no se identifica con nadie.
La nostalgia de una generación
Algunos críticos señalan más o menos la novena temporada como la última buena de Los Simpsons. Yo sería un poco más benévolo y les daría hasta la undécima o la doceava. Quizás nuestro criterio sea más visceral, pues esos episodios están englobados en el conjunto que Antena 3 lleva repitiendo de forma ininterrumpida desde 1992, y que para nosotros son nuestros capítulos. No queremos otros. Y no negaré que verlos tantas veces haya sido muy positivo, pues Los Simpsons es una serie muy inteligente y con un subtexto enorme, que puedes revisionar mil veces (sobre todo mientras creces) sin dejar nunca de sacar matices nuevos.Lo que es fácil de comprobar con solo sentarse ante un capítulo de entre la cuarta y la duodécima temporada es que estamos ante algo sublime. Perfectamente construido, inteligente, muy gracioso, con personajes carismáticos y capaz de generar escenas míticas que lograron grabarse en nuestras retinas y ya forman parte de la cultura popular. El Ouch! de Homer, el Ja-ja de Nelson, el Hola ,holita, vecinito de Flanders o el ¡Excelente! del Señor Burns. Los fressisuises, las Duff, el flameado de Moe, Lenny y Karl, Ralph Wiggum, Millhouse, Troy McClure...
Capítulos como el de los movimientarios, en el que Homer se hace crítico gastronómico, el de Mr. Quitanieves, cuando Bart vende su alma, la parodia de la ley seca, George Bush padre mudándose a la casa de enfrente o la breve carrera del cabeza de familia como astronauta. Algunos de estos episodios están referenciados entre los mejores de la historia de la televisión. Pero como toda serie de culto, es normal que el chicle no pueda ser estirado más allá de un tiempo limitado sin sufrir cierto desgaste.
Lo que antes eran situaciones creadas llevando al extremo la locura de sus personajs acabó derivando en una sucesión de momentos estrafalarios sin más coherencia que la necesaria para hacer reír. Antes era una locura sana y optimista, ahora irracional y molesta. De ser un extremo interesante en el que le seguías teniendo cariño a los personajes, hemos pasado a otros absurdistas, donde cualquier situación podía tener cabida sin pensar previamente para que serie la estaban haciendo.
El inicio de esta transformación coincidió casi unívocamente con la llegada a comienzos de siglo de Al Jean en solitario a la producción ejecutiva. Fue entonces cuando el invento de Matt Groening involucionó hasta convertirse en algo más cercano a sus hermanas de la animación para adultos Family Guy y Futurama. El público actual de Los Simpons es más cercano al que alaba cada disparate de Peter Griffin que a los que disfrutábamos con sus inicios a mediados de los 90, gente que no vio esos primeros capítulos y que probablemente no haya difrutado de cine anterior a 1980, y por lo tanto no pueden comparar.
¿Se volvieron Los Simpsons una serie nefasta? No demasiado, ya nos gustaría en España tener una sitcom la mitad de buena. Simplemente, si no tuviesen el caché que los lanzó a la fama pasarían sin pena ni gloria por la parrilla. Una serie mediocre, divertida, que podría triunfar o fracasar según la suerte que tuviera, pero sin posibilidad alguna de influír en la sociedad como en sus mejores tiempos. Pero una vez más que superado el proceso de adaptación a los nuevos Simpsons estos también empezaron a cansarme. Los guiones cada vez son más simplones y repetitivos, evidenciando que necesitan una eutanasia rápida e indolora desde la decimonovena temporada.
Lo único en lo que la serie mejora cada día más es en la calidad visual. En el resto la degradación no para de aumentar. Supe que los argumentos estaban muy trillados cuando vi un capítulo en el que una de las hermanas de Marge se casaba con el abuelo. Y en la última temporada hay una relación entre Ned Flanders y la profesora de Bart, Edna Krabappel. Además, no es difícil notar que nos han acostumbrado a un mecanismo narrativo bastante irritante: todos los capítulos plantean dos, o incluso tres situaciones que no llevan a nada y que, tras ocupar casi un tercio del mismo, desembocan de forma casual en la trama principal.
Casi ninguno de estos momentos son interesantes, ni originales ni emotivos. No han renunciado a la mordacidad, pero esta es mucho más explícita y menos hiriente, recurriendo casi siempre a los cameos de turno. Se han adaptado a lo que la audiencia contemporánea demanda: mucho estruendo, más espectacularización y menos reflexión. Una familia que en su día fue única y a la vez nos representaba a todos, y que ahora es mucho más genérica pero no se identifica con nadie.
Archivo fotográfico ⎪ Fox.com
Además tiene un punto moralista Super irritante
ResponderEliminarChapeu por la valoración. Sin embargo, he de decir que sigo esta serie desde que tengo uso de razón y recuerdo las cosas, en serio. Empecé a ver South Park con tan solo 10 años ( de hecho, ponía el VHS a grabar para poder verlo cuando lo echaban en antena 3 a altas horas de la noche), y soy actualmente fan de Padre de Familia y, en lo que a mí refiere, estoy de acuerdo contigo. Me gustan sobre todo las temporadas 4ª hasta 10ª de Los Simpsons, pero últimamente me declino más por Padre de Familia, es mordaz, sagaz, provocativo, grotesco, chocante, pero tiene un humor tan bestia que me resulta acojonadamente genial, y ahora me parece que Los Simpson quieren imitar, y son una mala copia, ya que, como bien has dicho, antes eran más "light" por decirlo de algún modo en su humor, y ahora es un "quiero, y no puedo, ser tan mordaz como Padre de Familia"
ResponderEliminarPero es normal, son modas que pueden durar meses, o años. Ahora es el turno de Padre de Familia y su familia Padre made in USA y el show de Cleveland ( el cual, este último me parece un Padre de Familia malo con negros), pero ya llegará el turno de series que las reemplacen, que no son ni mejores ni peores, simplemente, innovadoras, ya que la sociedad evoluciona, y no nos vamos a quedar estancados nunca en el mismo tipo de humor, sin embargo, por lo general nos gusta recordar lo de "cualquier tiempo pasado nos parece mejor", de ahí Antena3 esté tan empecinada desde hace lustros en repetir una y otra vez Los Simpson, y que la audiencia, sabia y hambrienta de algo que le alegre un poco el día, se decida por volver a verla.
Yo no voy a dejar de ver Los Simpson por el momento, pero la verdad es que cuando veo los últimos capítulos sí que siento mi mente bastante más desconectada que si fuera uno de los capítulos antiguos.
Excelente comentario ^^
EliminarPero mo creo que haya otras series que substituyan a Los Simpsons
diferentes con dibujos azules o verdes residentes de la luna o de la urbanización de atapuerca
, pero no mejores (por mucho que ahora estén de capa caída)
Los simpsons son y serán Los Simpsons
La ultima temporada buena, la 13, el resto es basura en un 90%
ResponderEliminarla pelicula de los simpsons es una porqueria!
ResponderEliminarlos simpsons hace 15 años que son basura pura
ResponderEliminarpara porqueria tu madre ami me encantan los simpson desde qe tenia 4 años
Eliminar