No hacía falta ser muy listo para adivinar cual sería el futuro de la televisión autonómica madrileña tras echar un vistazo a la bochornosa gestión que durante la última década ha llevado a cabo el gobierno de Esperanza Aguirre y todos los billetes tirados por el sumidero que a ella estaban asociados. Pero si algo podemos sacar en limpio es que los problemas de Telemadrid no vienen precedidos por causas coyunturales como la crisis publicitaria que está empezando a golpear los medios de comunicación tradicionales ni la solución a esta es un ERE que extermine a casi el 80% de la plantilla.
Pantallas en negro, asaltos a plató, manifestaciones... los empleados de la cadena, unidos bajo la plataforma Salvemos Telemadrid, iniciaban a principios del pasado mes de Diciembre una huelga con la que pudieron mostrar abiertamente y sin tapujos su opinión. Directivos escogidos a dedo, sueldos desorbitados y encargos a productoras privadas han dejado atrapados en un callejón sin salida a varios centenares de trabajadores que ante sus ojos veían como se derruían los cimientos de un servicio público que hace tiempo que se ha alejado de la profesionalidad. Así lo denunciaban en su día en un certero y sarcástico vídeo animado que resume perfectamente la situación.
La televisión es el instrumento perfecto con el que deformar y moldear la realidad al antojo del que la controla. Posiblemente ningún otro medio proporcione tantas facilidades para ello. Pero esto puede hacerse utilizando una gran escala de grises que van desde la manera más subversiva hasta la más obvia, y sino que se lo digan a Goebbels, responsable de la propaganda política de Hitler. Telemadrid ha fusilado la misma estructura que Radio Televisión Valenciana, entidad que este año ha experimentado en sus carnes una experiencia similar. Gran contraste ofrece la TV3. Pese a sus defectos, que los tiene, la autonómica catalana es un ejemplo a imitar para el resto de comunidades. El ejemplo de como crear un servicio público a través de contenidos austeros de producción propia sin renunciar a la calidad ni al respaldo de la audiencia.
Con debates que rozaban la extrema derecha, tertulianos envueltos en más de una polémica pagados con dinero de las arcas del estado como Herman Tertsch, Fernando Sánchez Dragó o Salvador Sostres y una retahíla de irregularidades dignas del más autoritario de los sistemas es normal que el pueblo madrileño diese la espalda a su televisión. Se trataba de prostituir la intachable experiencia de algunos trabajadores para, una vez exprimido su jugo, dejarlos en la calle o directamente cerrar la cadena. Explotación hasta el agotamiento. Muchos políticos siguen sin entender que las televisiones públicas no son suyas, y que su objetivo no es crear un negocio, sino dar formación, información y defender los valores culturales de un territorio. La solución pasa por sentarse a negociar seriamente, reducir el número de directivos y poner al frente de la corporación a profesionales con currículum demostrado que quieran sacar adelante un proyecto que rompa con lo establecido y que esté pensado para los ciudadanos.
Archivo fotográfico ⎪ YouTube.com, salvemostelemadrid.es
La televisión es el instrumento perfecto con el que deformar y moldear la realidad al antojo del que la controla. Posiblemente ningún otro medio proporcione tantas facilidades para ello. Pero esto puede hacerse utilizando una gran escala de grises que van desde la manera más subversiva hasta la más obvia, y sino que se lo digan a Goebbels, responsable de la propaganda política de Hitler. Telemadrid ha fusilado la misma estructura que Radio Televisión Valenciana, entidad que este año ha experimentado en sus carnes una experiencia similar. Gran contraste ofrece la TV3. Pese a sus defectos, que los tiene, la autonómica catalana es un ejemplo a imitar para el resto de comunidades. El ejemplo de como crear un servicio público a través de contenidos austeros de producción propia sin renunciar a la calidad ni al respaldo de la audiencia.
Con debates que rozaban la extrema derecha, tertulianos envueltos en más de una polémica pagados con dinero de las arcas del estado como Herman Tertsch, Fernando Sánchez Dragó o Salvador Sostres y una retahíla de irregularidades dignas del más autoritario de los sistemas es normal que el pueblo madrileño diese la espalda a su televisión. Se trataba de prostituir la intachable experiencia de algunos trabajadores para, una vez exprimido su jugo, dejarlos en la calle o directamente cerrar la cadena. Explotación hasta el agotamiento. Muchos políticos siguen sin entender que las televisiones públicas no son suyas, y que su objetivo no es crear un negocio, sino dar formación, información y defender los valores culturales de un territorio. La solución pasa por sentarse a negociar seriamente, reducir el número de directivos y poner al frente de la corporación a profesionales con currículum demostrado que quieran sacar adelante un proyecto que rompa con lo establecido y que esté pensado para los ciudadanos.
Archivo fotográfico ⎪ YouTube.com, salvemostelemadrid.es
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