Andy Botwin: ¿Por qué apoyas tan ciegamente a Bush?Hoy quiero que nos enfrentemos a una idea diferente, pues aunque la serie de la que voy a hablar no es tan redonda como otras que me emocionan -de hecho es muy irregular y nunca ha pretendido alcanzar la categoría de obra maestra- sí que cuenta con un material bastante interesante, ha llegado a alcanzar una calidad notable en sus tres primeras temporadas y a día de hoy aún es desconocida por muchos espectadores potenciales que seguramente disfrutarían con esta ácida dramedia. La apuesta que estrenaba en 2005 Showtime fue junto con Dexter, Californication o United States of Tara (y más recientemente Shameless, The Big C o Homeland) una de las responsables de que la cadena de cable se posicionase al lado de FX, HBO o AMC como uno de los estandartes de esa ficción televisiva de calidad casi cinematográfica que desde hace tiempo hemos empezado a englobar bajo la etiqueta algo peligrosa de series de culto.
Doug Wilson: Me gusta su mujer, Laura. Le compraba hierba en la universidad. Buena mierda. Buena mierda.
Trailer
Little boxes on the hillside, Little boxes made of ticky-tacky...
La trama de Weeds nos sitúa en Agrestic, una pequeña población plagada de urbanizaciones de alto standing donde conviven ejecutivos y hombres de negocios que poseen lo que podemos denominar la familia ideal: chalé, monovolumen, pista de pádel, dos críos y un perro de raza pura. El súmmum de esa corpórea felicidad tan superficial como catalizadora del vacío existencial. Por sus calles desfilan matrimonios que ni se inmutan ante la infidelidad manifiesta de ambos miembros reconociendo en voz alta que es más fácil no hacer nada que enfrentarse a las cosas, una niña de ocho años lesbiana cuya madre tortura para que encaje en el canon social establecido, una familia afroamericana dedicada al cultivo y venta ilegal de marihuana, un chaval de ocho años a punto de consumar sus inclinaciones psicópatas y asociaciones de marujas madres de alumnos entregadas a criticarse o aliarse entre ellas según les convenga. Retrato fiel de un ecosistema con el que satirizar a costa de ciertos sectores de la clase media-alta occidental. Sus miserias, fachadas, apariencias y problemas artificiales. Uno de sus méritos reside en que logra ser totalmente disparatada sin renunciar a lo verosímil. En ese intento por convertir en objeto de escarnio a todo el que aparece en pantalla parece que toda ella está narrada con un tono de broma, como si no se tomase en serio a sí misma. Esto, junto a una inusual duración de los episodios de entre 27 y 30 minutos, contribuye a que el espectador pueda pensar que está viendo una comedia. Pero no se equivoquen, lo que aquí nos cuentan es un verdadero drama. Ligero, pero igualmente crudo.
Dentro de este estrafalario panorama destaca Nancy Botwin (Mary-Louise Parker), que como dicen en la serie hasta el punto de llegar a bautizar así a un cultivo de cannabis, es una MILF. Osea, una madura que está buena. Como Monica Belucci, Mariló Montero o Victoria Abril. Esta ama de casa, tras quedarse viúda y sin ingresos económicos, se da cuenta de que antes de perder su estatus económico o buscar un empleo es mejor convertirse en suministradora de marihuana a nivel local a través de un contacto que tenía con su difunto marido. Pero lo que en principio parecía un inocente juego con el que mantener una mínima estabilidad acabará convirtiéndose en un juego más complicado con la entrada de terceros, egos y luchas de ambición que harán tambalearse sus ya de por sí endebles principios. A medida que pasa el tiempo, lejos de redimirse, Nancy se comporta de una manera cada vez más irresponsable, inmadura y autodestructiva, siendo ella la principal responsable de prácticamente todas las desgracias que le ocurren a su familia. En principio podríais pensar que posee el mismo high-concept que Breaking Bad, pero os aseguro que las similitudes empiezan y terminan en el punto de partida. De hecho, ambas series son un buen ejemplo de que con un mismo pitching se pueden trabajar dos desarrollos diametralmente enfrentados. Aquella es oscura y psicólogica. Esta es social, cómica y absurdista. Ambas practican en mayor o medida un brillante humor negro, pero ni en eso se asemejan. Como anécdota, Vince Villigan contaba que la HBO rechazó producir Breaking Bad por el parecido de la premisa con esta serie. Ahora se estarán dando de cabezazos por tan lúcida decisión, me imagino.
Dentro de este estrafalario panorama destaca Nancy Botwin (Mary-Louise Parker), que como dicen en la serie hasta el punto de llegar a bautizar así a un cultivo de cannabis, es una MILF. Osea, una madura que está buena. Como Monica Belucci, Mariló Montero o Victoria Abril. Esta ama de casa, tras quedarse viúda y sin ingresos económicos, se da cuenta de que antes de perder su estatus económico o buscar un empleo es mejor convertirse en suministradora de marihuana a nivel local a través de un contacto que tenía con su difunto marido. Pero lo que en principio parecía un inocente juego con el que mantener una mínima estabilidad acabará convirtiéndose en un juego más complicado con la entrada de terceros, egos y luchas de ambición que harán tambalearse sus ya de por sí endebles principios. A medida que pasa el tiempo, lejos de redimirse, Nancy se comporta de una manera cada vez más irresponsable, inmadura y autodestructiva, siendo ella la principal responsable de prácticamente todas las desgracias que le ocurren a su familia. En principio podríais pensar que posee el mismo high-concept que Breaking Bad, pero os aseguro que las similitudes empiezan y terminan en el punto de partida. De hecho, ambas series son un buen ejemplo de que con un mismo pitching se pueden trabajar dos desarrollos diametralmente enfrentados. Aquella es oscura y psicólogica. Esta es social, cómica y absurdista. Ambas practican en mayor o medida un brillante humor negro, pero ni en eso se asemejan. Como anécdota, Vince Villigan contaba que la HBO rechazó producir Breaking Bad por el parecido de la premisa con esta serie. Ahora se estarán dando de cabezazos por tan lúcida decisión, me imagino.
Shane Botwin: Nosotros podemos ser los que más molan de este colegio.
Isabelle Hodes: Eso sería cierto si esto fuese una puta peli de Judd Apatow donde los frikis molan y tienen el poder.
Esto no es más que una excusa para ofrecer un divertido drama coral alrededor de una amalgama de freaks que viven al margen de lo que consideramos un comportamiento normal en el ser humano. Esa es una de las bazas de la serie, no hay un maldito personaje desaprovechado. Todos tiene un timing cómico perfecto, saben aparecer y desaparecer cuando la historia los necesita y son capaces de asombrarnos mostrando nuevas facetas que no conocíamos, hasta el punto de crear un entramado difícil de digerir cuando llevemos casi cuatro temporadas. Todos son entrañables, desde la asistenta sudamericana de los Botwin hasta el chaval indio que colabora en el negocio de la marihuana para pagar los estudios y descubre tardíamente su homosexualidad, pasando por el negro rapero que quiere hacerse con el control del negocio y acaba diluido en la nada.
Weeds destaca también por el tratamiento que da a temas como el sexo y las drogas, liberado de tapujos o tópicos e intentando mostrar la realidad de la forma más cruda posible, aunque disfrazada de esa supuesta liviandad que comentaba. Cuando digo que los personajes son grandes amigos de sustancias psicotrópicas, me refiero a todos, con contadas excepciones. En estos tiempos en los que cada vez prolifera más el humor surrealista y con tendencia al incómodo, el fracaso o al asco (véanse los casos Gervais o Todd Solondz) ver en la tele la droga como algo normalizado y banal no es ninguna innovación, pero en su día Weeds fue una auténtica pionera. Hablando de las escenas de sexo, hay una tendencia a mostrar casi todo sin ningún tipo de pudor o censura, intentando llegar a veces al incómodo. En ese sentido no desmerece nada con respecto a otros productos de lo más underground como Colgados en Philadelphia, la británica Shameless, o a cualquier animación de la factoría de Seth Macfarlane. En ese sentido allanó el camino para que Showtime diese luz verde a muchas más series de temática y estética similares, cuya seña de distinción ha sido siempre la provocación. Las próximas en subirse al carro serán Masters of Sex, creación de John Madden ambientada en unos estudios sobre la sexualidad que un ginecólogo y una psicóloga realizaron en los años 60, y 4th Reich, una de neo-nazis producida por Robert de Niro.
Gran aspecto a tener en cuenta es el montaje y la realización, pues se ha valido de forma muy loable de una gran economía narrativa: no hay miedo a la elipsis, a cortar la secuencia entrando tarde y saliendo pronto (una norma elemental de guión que olvidamos con suma facilidad). Se agradece el riesgo de no tratar al espectador como un idiota, eliminando partes de la acción esperando a que este ate cabos y las deduzca por su cuenta. Tranquilos, la historia no resultará confusa para nadie habituado al cine más allá de marquesinas o a series americanas recientes. Pero apartándonos de criterios objetivos o del valor artístico que pueda tener una obra audiovisual, creo que todos tenemos ciertos géneros, modalidades o lugares comunes que nos llegan al corazón. Hay fans del misterio, del terror, de los sketches, del gore, del fanzine, de la ciencia ficción, del thriller conspiranoico, de la fantasía épica medieval... los cuales dedican más tiempo a lo que les apasiona que a cualquier otra cosa. A pesar de que podrían encontrar obras maestras en otros campos que no le atraen tanto, prefieren consumir medianías de su especialidad. Pues yo diría que a mí me chifla ese humor surrealista, loco, descabellado... los personajes frikis que hablan continuamente de sexo y de hacer estupideces sin pensar en las consecuencias. Las bromas sobre defectos físicos, pornografía, problemas morales, religión, masturbación... todo lo que tenga esa chispa snob de humor inteligente con un aire de gamberro, contestatario o subcultural combinando a la perfección violencia, sexo y comedia. Por eso ha sido muy sencillo engancharme a Weeds y verla entera en apenas un mes y medio.
Weeds destaca también por el tratamiento que da a temas como el sexo y las drogas, liberado de tapujos o tópicos e intentando mostrar la realidad de la forma más cruda posible, aunque disfrazada de esa supuesta liviandad que comentaba. Cuando digo que los personajes son grandes amigos de sustancias psicotrópicas, me refiero a todos, con contadas excepciones. En estos tiempos en los que cada vez prolifera más el humor surrealista y con tendencia al incómodo, el fracaso o al asco (véanse los casos Gervais o Todd Solondz) ver en la tele la droga como algo normalizado y banal no es ninguna innovación, pero en su día Weeds fue una auténtica pionera. Hablando de las escenas de sexo, hay una tendencia a mostrar casi todo sin ningún tipo de pudor o censura, intentando llegar a veces al incómodo. En ese sentido no desmerece nada con respecto a otros productos de lo más underground como Colgados en Philadelphia, la británica Shameless, o a cualquier animación de la factoría de Seth Macfarlane. En ese sentido allanó el camino para que Showtime diese luz verde a muchas más series de temática y estética similares, cuya seña de distinción ha sido siempre la provocación. Las próximas en subirse al carro serán Masters of Sex, creación de John Madden ambientada en unos estudios sobre la sexualidad que un ginecólogo y una psicóloga realizaron en los años 60, y 4th Reich, una de neo-nazis producida por Robert de Niro.
Gran aspecto a tener en cuenta es el montaje y la realización, pues se ha valido de forma muy loable de una gran economía narrativa: no hay miedo a la elipsis, a cortar la secuencia entrando tarde y saliendo pronto (una norma elemental de guión que olvidamos con suma facilidad). Se agradece el riesgo de no tratar al espectador como un idiota, eliminando partes de la acción esperando a que este ate cabos y las deduzca por su cuenta. Tranquilos, la historia no resultará confusa para nadie habituado al cine más allá de marquesinas o a series americanas recientes. Pero apartándonos de criterios objetivos o del valor artístico que pueda tener una obra audiovisual, creo que todos tenemos ciertos géneros, modalidades o lugares comunes que nos llegan al corazón. Hay fans del misterio, del terror, de los sketches, del gore, del fanzine, de la ciencia ficción, del thriller conspiranoico, de la fantasía épica medieval... los cuales dedican más tiempo a lo que les apasiona que a cualquier otra cosa. A pesar de que podrían encontrar obras maestras en otros campos que no le atraen tanto, prefieren consumir medianías de su especialidad. Pues yo diría que a mí me chifla ese humor surrealista, loco, descabellado... los personajes frikis que hablan continuamente de sexo y de hacer estupideces sin pensar en las consecuencias. Las bromas sobre defectos físicos, pornografía, problemas morales, religión, masturbación... todo lo que tenga esa chispa snob de humor inteligente con un aire de gamberro, contestatario o subcultural combinando a la perfección violencia, sexo y comedia. Por eso ha sido muy sencillo engancharme a Weeds y verla entera en apenas un mes y medio.
Shane Botwin (a punto de perder su virginidad con trece años haciendo un trío): Y ¿cómo hago?¿se la meto a las dos a la vez?
Silas Botwin: A no ser que tengas una polla extra, te resultará un poco complicado...Pasamos entonces a reseñar los personajes más relevantes:
Nancy Botwin (Mary-Louise Parker)
Atractiva, fuerte, independiente... un aire de prepotencia rodea a esta mujer mientras intenta culpar a los demás de las desgracias de las que solo ella es responsable. Posee una habilidad innata para esquivar todos los reveses que el destino pone en su camino, y a muchos aún nos cuesta creer que tras casi siete años de constante caída siga levantándose sin la mínima intención de cambiar sus estrategias de supervivencia. Porque lo que hace Nancy es sobrevivir, y su profesión la de cazadora. De cazar, no de abrigo.
Andy Botwin (Justin Kirk)
El cuñado de Nancy que reaparecerá por sorpresa en su vida porque cree que esta necesita ayuda para críar a sus hijos, introduciéndose poco a poco como socio del negocio de tráfico de marihuana y convirtiéndose en el principal soporte emocional de la protagonista en horas bajas. Mujeriego empedernido, Andy es el personaje más carismático, ocurrente y disparatado que podemos encontrar en el universo televisivo, y suyo es el protagonismo (junto con Doug) de los momentos más desternillantes. Tiene un cierto punto entrañable ya que siempre está acostándose con mujeres y viendo como la esposa de su hermano hace su vida sin darse cuenta de que posiblemente esté enamorado de ella.
Celia Hodes (Elizabeth Perkins)
Celia es el prototipo de cuarentona superficial, prepotente y elitista que nunca ha tenido que trabajar para conseguir lo que quiere. Martirizada en su infancia, ahora intenta inculcarle a su hija Ellisabeth los mismos ideales estúpidos de belleza, apariencia y clase que su propia madre le transmitió en su día, lo que acabará creando un sentimiento de repulsión en la niña y en prácticamente todos los que la conocen un poco. Diversas situaciones relacionadas con la enfermedad y la cárcel la harán evolucionar en ciertos aspectos y mostrar la hipocresía de sus principios en otros, pero nunca dejará de ser la torpe e irritable Celia. Otro de los excéntricos personajes que por su bochornoso ridículo se lleva la palma en lo que respecta a proporcionar hilaridad y minutos de diversión al espectador.
Shane Botwin (Alexander Gould)
El pequeño hijo de Nancy podría haber llegado muy lejos gracias a su intelecto y particular visión del mundo, pero presenciar la muerte de su padre de un infarto mientras ambos hacían footing trastocó algo en su mente creando en él un instinto de violencia física que le hará romper a una velocidad de vértigo cualquier prejuicio establecido con respecto al delito, las drogas o la exploración de la sexualidad. Todo un prodigio saber cuando está bien avanzada la serie que, hubiese lo que hubiese hecho su madre, el destino de Shane ya estaba escrito.
Silas Botwin (Hunter Parrish)
El hermano de Shane es un cuerpo en constante búsqueda de su identidad: sea mediante sus conquistas amorosas, mediante sus dudosas ocupaciones laborales o haciendo méritos hasta alcanzar el puesto de cabeza de familia que le corresponde. Nancy intenta mantenerlo al margen, pero llegado el momento comprenderá que no tiene más remedio que hacerlo partícipe de sus caóticos planes si quiere salir con vida. Su novia Megan, la sorda famosa en el barrio por sus mamadas, es una extraña declaración de principios de lo que intentan hacer con él.
Douglas Wilson (Kevin Nealon)
De entre el elenco que no aparece en primera línea posiblemente el mejor, aunque es difícil elegir. Un concejal del ayuntamiento de Agrestic al que sus habitantes siguen votando porque, según sus palabras, a nadie le gusta que las cosas cambien. Rastrero, egoísta, maleducado, drogadicto, corrupto, misógino... el prototipo de antihéroe al que todos odiaríamos de contar con él en nuestro ayuntamiento pero que, al experimentar con él una relación meramente catódica, no podemos más que amarlo. Doug utilizará sus conocimientos de contabilidad para proponer a Nancy modelos empresariales viables para ayudar a levantar el negocio de las drogas y, de paso, sacar tajada del invento. Atentos a su relación de odio con Celia, lo mejor de la serie.
Como pequeña muestra, os reseño algunas de las secuencias más graciosas que nos han dejado las primeras temporadas y que reflejan a la perfección ese espíritu gamberro. Están doblados, pero los episodios es recomendable verlos en V.O., casi una perogrullada decirlo.
Andy enseña a Shane pequeños trucos para iniciarse en el noble arte del onanismo
Interesante y casual charla sobre la guerra de Irak
Un diálogo brillante sobre la decadencia
Lamentablemente, si he de ser sincero, la serie está bastante bien en sus tres primeras temporadas, pero a partir de ahí empieza una progresiva cuesta abajo sin frenos adentrándose por senderos que no me gustaron mucho. Para no entrar en spoilers, diré que las situaciones perdieron mucha verosimilitud y que se notaba que los arcos argumentales se iban improvisando sobre la marcha. Los capítulos pasaban y no podías intuir una estrategia, que a los personajes les pasaran determinadas cosas porque querían llevarlos a un sitio concreto. Seguía teniendo una escenografía muy buena y conservaba bastantes chistes de muy alto nivel, pero se había convertido en una serie mediocre. La cosa se alargó hasta ocho temporadas, de las cuales la última -que finalizó el año pasado- fue un total despropósito aunque intentaran remediarlo con un final que evocase la nostalgia. Si queréis verla, ya sabéis donde se puede encontrar con facilidad.
Nancy Botwin: Me da igual que tengas cáncer, no le enseñes las tetas a mi hijo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario