Recomendación de Serie: Getting On

Lo primero que escuché de la nueva comedia de HBO fue que su carácter tonal la entroncaba directamente con una de las apuestas que menos ruido está haciendo de la cadena, Treme. También sabía que se trataba del remake de una premiada producción británica del 2009 con varios episodios dirigidos por Peter Capaldi, el protagonista de The Thick of It y desde las próximas navidades de Doctor who (maravillosa me está pareciendo esta, y eso que solo he visto la primera temporada de la serie moderna, la de Eccleston, estoy donde se supone que todavía queda lo mejor). Lo que encontramos en su episodio inicial es difícil de describir, intentando erigirse sin contemplaciones como una propuesta que se aleje de los principales parámetros televisivos.

En las últimas décadas la televisión ha demostrado que la comedia es más de lo que nosotros entendemos por comedia, lo cual se reduce únicamente a una tipología de esta: la de los gags y la carcajada. Una gran iniciadora de la tendencia basada en provocar dolor e incomodidad ante situaciones realmente mustias fue la revolucionaria joya de Ricky Gervais The Office (UK), concepto que esta lleva a un extremo mucho (no es imposible) más crudo, cruel e insano. Si alguien me llega a mostrar una secuencia del piloto diciéndome que es un drama, no lo habría puesto en duda.

Getting On se parece en su argumento precisamente al último disparo de Gervais, Derek. Nos situamos en la planta de geriátría femenina de un hospital donde cada miembro del personal vive plagado de manías y sumido en su propia y decadente burbuja. Un acierto es que para el trabajo de casting hayan seleccionado actores que no entran dentro del canon establecido de los protagonistas para televisión y cine, es decir: gente normalucha o directamente fea. Porque así somos tú y yo, querido lector, personas normales y muy feas a las que nadie tendría en un póster en su habitación. Y en los hospitales la gente también es así, por mucho que en la pantalla sea mucho más agradable y estiloso mostrar lo contrario. 

Donde esta producción se desmarca del género de manera más tajante es en su gran trabajo de creación atmosférica, con una fotografía nada colorista y una paleta de colores cercana al gris que sirve para que nos metamos de lleno en lo que nos quieren contar, rebasando las pretensiones de Louie o Legit. Estamos ante la anti-comedia y la anti-serie hospitalaria definitiva. No hay una trama lineal creada para enganchar al espectador (hacia el que no hay ninguna concesión) ni acontecimientos de causa-efecto muy fuertes, sino un recorrido por un escenario único que nos acerca a momentos seleccionados con la intención de evocar una serie de sensaciones. Cine fragmentario en el que importa más la intensidad de cada secuencia que la unión de estas, donde el ritmo viene construido por el propio relato y no por imposiciones estratégicas del guión.

No es difícil adivinar por estas líneas que se trata de una apuesta nada convencional con muy pocas posibilidades de triunfar entre el público mayoritario. A algunos les parecerá demasiado cruda o desmoralizadora y a otros directamente aburrida. De lo que estoy seguro es de que, te guste o no, es imposible que sueltes una sonora carcajada con ella a no ser que tengas los huevos muy bien puestos y una mente enferma. ¿Entonces por qué diablos digo que es comedia? Es tan cómica como puede serlo para algunos el cine de Todd Solondz, y al igual que a este le valdría mejor la etiqueta de sátira demasiado ácida, extremadamente irónica y alejada de sutilezas sobre las ruinas que encontramos en los suburbios de la sociedad, materializados aquí en esos viejos al borde de la muerte que no le importan a nadie.

Es muy probable que Getting On pase sin pena ni gloria por la parrilla y me juego el cuello a que la cancelarán inmediatamente, pero de momento tenemos asegurados cinco episodios más para las próximas semanas. Además de descubrir la británica, por supuesto.