Continuamente nos quejamos de lo lento, ineficaz y sesgado que resulta el sistema judicial en un estado de derecho. A diario cuando lo que nos corresponde es pisoteado sin pudor alguno por las autoridades a todos nos gustaría tomarnos la justicia por nuestra mano y hacer eso que todo el mundo sabe que es correcto. Por eso en estos tiempos de crisis y recorte de derechos reconforta más que nunca encontrarnos con héroes como los de By Any Means, que aunque solo sea en la ficción se encargan de cumplir la sublimación de nuestras fantasías saltándose todos los obstáculos burocráticos responsables de que algunos malos no reciban lo que merecen.
La serie sigue la actividad de un clandestino y misteriosos grupo de las fuerzas de seguridad británicas que cumple las órdenes de una aún más misteriosa mujer para encarcelar a esos criminales cuya culpabilidad es más que evidente pero que no están entre rejas por falta de pruebas. El título, que podría traducirse por como sea o de cualquier manera, hace referencia a la falta de límites legales con los que opera esta unidad: mentir, realizar chantajes, inventarse testigos, manipular pruebas, secuestrar sospechosos... todo está permitido para estos individuos que a la pregunta de si son policías siempre responden que su actividad se encuadra en lo que ellos denominan un área gris.
El grupo tiene una base subterránea situada junto al río Tamesis en Londres, y está capitaneado por un agudo Warren Brown (sidekick de Luther y protagonista de la malograda Good Cop), el agente Jack Quinn, que junto a sus compañeros Jessica Jones y TomTom Tomkins forman un equipo ambivalente y complementario, como un Macgyver 2.0, especialistas en salir airosos de la situaciones más complicadas y sorprendiéndonos con su gran astucia cuando todo parecía perdido. Es en la gran química de los protagonistas y lo afilado de los diálogos donde reside realmente, más que en los propios casos, el interés de la historia.
Cada episodio contiene una estructura de procedural clásico que comienza con la presentación de un caso a la que sigue el inicio de un complejo plan. Aquí no hay sospechosos ni intriga sobre el culpable. Sabemos desde el principio quien es el criminal, que ha hecho exactamente y que al final será apresado. Lo importante es como se las ingeniarán para tenderle una trampa, como se desarrrollará la estragegia que en parte será mostrada mediante flashbacks al final de cada episodio. Que esta premisa narrativa no os eche para atrás a la hora de darle una oportunidad a una obra que narra la actividad policial con grandes dosis de sentido del humor y en la que encontraréis seis capítulos de una hora de impecable y absoluta diversión.
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