sábado, 17 de agosto de 2013

Recomendación de Serie: My Mad Fat Diary




De entre todas las producciones televisivas que hemos visto este año no he podido evitar sentir un especial cariño hacia una nueva serie juvenil de E4 que entre otras cosas se ha permitido contar con una protagonista gorda que esté realmente gorda. Como lo oís. Con una estética que recuerda a las series de MTV, y muy deudora de otros teen dramas británicos como Skins o Misfits,  My Mad Fat Diary se adentra a través de su propia autobiografía en la vida de Rachel 'Rae' Earl, una adolescente con sobrepeso recién acabada de salir de una institución psiquiátrica donde fue internada tras autolesionarse, y que ahora deberá enfrentarse en el exterior a una de las peores etapas de su vida.

No estamos ante una serie que opte por la tragedia o la lágrima fácil, ni tampoco ante un manual de autoayuda en el que al final todo el mundo acaba superando sus obstáculos y encontrando su sitio. Hablamos de una serie ambientada en el año 1996 que busca la identificación de espectadores treinteañeros que ya han tenido tiempo descubrir que la vida no es perfecta, y que si a los 16 años pesas más de 100 kg, ningún chico siente interés por ti tras echar un vistazo a tu cuerpo y tu madre es una neurótica que acumula todos tus defectos y además no te presta la más mínima atención, las cosas probablemente nunca te vayan bien.

Planteada como una versión femenina de The Inbetweeners, es mucho más pesimista y radical en sus planteamientos que cualquier otra serie cortada por el mismo patrón. Rae intenta encajar en un grupo de amigos en el que ella es la única que no ha tenido nunca ningún contacto amoroso o sexual (algo con lo me siento muy identificado porque eso mismo... le pasó a un amigo... lejano), y en el que ninguno sabe de su internamiento. Los momentos en los que esta chica intenta encajar entre la pandilla son tan escalofriantes como esa alegría mediando con la incredulidad cuando descubre que por fin forma parte de ella.



En My Mad Fat Diary también hay dulces momentos de esa comedia tan propia de los ingleses donde no sabes si reír o retorcerte incómodo en tu sillón. Nuestra protagonista dice de sí misma "soy gorda y estoy loca" desde el primer minuto de la serie, cuando empezamos a verla fantasear de forma bruta y totalmente soez con distintas fantasías y elucubraciones lujuriosas, un papel que en la ficción suele estar relegado a personajes masculinos. Quizás por eso me gusta tanto esta chica tan simpática a la que da vida Sharon Rooney, cuyo trabajo actoral se merece -por lo menos- nuestra atención. Eso sí, tampoco seré yo quien reivindique otra gorda llorando en los Oscar.

Quizás la forma de diario que adopta la narración y la voz de la protagonista contando sus penas y delirios acompañada de irritantes dibujos sea la única pega de uno de los pocos relatos televisivos que no retratan la adolescencia de manera frívola, tópica o idealizada; y que afronta la obesidad desde un tono serio y adulto. Porque los adolescentes no son críos con problemas de críos, sino adultos en potencia.                   

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