jueves, 8 de agosto de 2013

De vuelta al Seattle lluvioso y melancólico de The Killing


The Killing nació condenada por su condición de calco yanki de una serie europea con unos inicios más titubeantes e irregulares que la original. Tras una primera temporada demasiado hueca y poblada de golpes de efecto que no respondían a ninguna lógica ni planificación, nos llegó una segunda un poco más equilibrada e interesante que intentaba redimirse de sus errores pasados para darle un cierre al caso del asesinato de Rosie Larsen, y con la que AMC pretendía poner punto y final a esta aventura. Meses después, cuando parecía definitivo que nos habíamos despedido de la pareja no sexual con más química de la televisión reciente, llegó San Netflix (ese servicio de streaming destinado a convertirse en el mesías de la tele de calidad) dispuesto a compartir con la cadena los costes de producción de una hipotética tercera temporada que comenzó a emitirse en Junio y finalizó este domingo.    

Tras dar carpetazo al caso Larsen y a la campaña electoral del concejal Richmond, nos situamos un año después de lo ocurrido en el final de la segunda temporada. Sarah Linden se ha retirado de su puesto y disfruta de una apacible vida en una pequeña casa de las afueras de la ciudad donde trabaja como guardia de aduanas del muelle. A su compañero Stephen Holder lo encontramos mucho más maduro y con mejor aspecto, vistiendo de traje y preparando las oposiciones para teniente. La aparición de un cadáver en el río con el cuello cortado acaba relacionando el nuevo caso de Holder con uno que su antigua compañera había llevado dos años antes y al que se había hecho referencia en capítulos anteriores.    

Así esta nueva etapa se distancia de cualquiera de los casos tratados en la segunda y tercera de Forbrydelsen para narrarnos un nuevo descenso a los infiernos de la melancólica y obsesiva Linden a través de una exploración de su pasado. Sarah y su equipo se habían ocupado de investigar el asesinato de una mujer por el cual el padre de su hijo de cuatro años había sido condenado a muerte. La detective nunca había estado plenamente confiada de que este hombre, Ray Seward, fuese realmente el culpable. Ahora, apenas dos semanas antes de que su ejecución, Linden decide regresar a su antiguo puesto con la esperanza de que antes los nuevos indicios de que el asesino sigue suelto se encuentre aún a tiempo de salvar una vida.

     


La búsqueda de un serial killer conectará a los dos investigadores y a cada espectador con un crudo drama humano: el de las prostitutas adolescentes que malviven en la calle. Donde aquí The Killing ha sabido distanciarse de sus anteriores entregas es en el retrato de sus personajes secundarios y las historias personales de estos, que aunque realmente no tienen ninguna relación directa con la trama criminal, consiguen que no parezca que estamos ante individuos de cartón piedra y funcionan como excusa para traernos relatos realmente sobrecogedores. 

La desaparición de Kallie Leeds estará presente durante toda la temporada y servirá para presentarnos a Bullet, posiblemente el personaje mejor aprovechado de la serie, responsable de proporcionarnos momentos de una química indudable a través de su relación de amor-odio con Holder. No menos relevante es todo lo que rodea al ritual de ejecución de Ray Seward, gracias al que nos hemos permitido el lujo de adentrarnos en la vida privada de los funcionarios de prisiones responsables de su muerte, algo que al principio parece que no acaba de encajar en este entramado, pero que no hace más que aportar fuerza a los grandes momentos vividos al final de la serie.    

Esta temporada ha sido más íntima y menos magnificente, pero igual de opresiva que las precedentes. Sin que ninguno lo esperásemos, la serie de Veena Sud nos ha regalado este año una joya que se desliga de todo lo que habíamos visto hasta ahora y que supone una increíble visita al fascinante interior de Sarah Linden y de todo un lujo de personajes que deambulan por esta trama detectivesca que se ha convertido en uno de los imprescindibles del año. Una historia que al principio no acababa de engancharme, pero ante la que no he tenido más remedio que arrodillarme tras concederle una segunda oportunidad.       

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