Y temblando con las autonómicas.
"Vivir es morir" - Radha Burnier.
Tenemos los políticos que nos merecemos. Tenemos la prensa que nos merecemos y, por qué no, tendremos también la televisión pública que nos hemos ganado con los años. Estoy harto de escuchar esa soplapollez, pero supongo que al final es cierto lo que dijo aquel filósofo de Hitler (Goebbels, creo que era, y si no iros a vuestra casa, culturetas de monóculo y coche de caballos de los cojones, ya que sois más listos que yo ,que hacéis aquí, Góngoras de pacotilla) de que una mentira repetida muchas veces se acaba convirtiendo siempre en verdad. Pues lo siento, pero no, ni vivimos por encima de nuestras posibilidades, ni todo lo que nos pasa lo merecemos ni hay un transexual en cada película de Almodóvar. La vida no es cómo os la han vendido.
Últimamente se está hablando mucho de la tele pública. Los obligados recortes han hecho peligrar dos de sus series de mayor éxito, Cuéntame y Águila Roja, (esa serie que cuesta más de medio millón de euros por capítulo y cuyo decorado para simular el cielo han sustraído de una obra de teatro de instituto) o les ha obligado a suprimir todos sus magazine este verano, y es que su política de no publicidad parece que no está siendo demasiado sostenible. Por otro lado, se habla de privatizar las autonómicas, de retirar las ayudas al cine que por obligación tienen que desembolsar las privadas... vamos, que el PP mola. No lo voy a negar, me encanta el Partido Popular, son gente graciosa, y eso es lo más importante en esta vida. También es cierto que este tema es un coñazo, pero siempre queda bien hablar de él, así que al lío.
Muchos sabréis que el sistema británico se basa en una cuota que debe pagar cada ciudadano para disfrutar de ella, lo cuál tiene sus ventajas, pues poseen la mejor televisión pública de Europa. Aquí muchos temblarían si eso se trasladase a España. Y es que no es en absoluto necesario cuando ya gozamos de un deslumbrante servicio. De los 1.200 millones que TVE costó el año pasado 550 provenían del Estado. Y bien invertidos. Ahora podemos ver la Champions, media hora de Jesulin y la Campanario en Corazón de... a Mariló cocinando sus sabrosos platos en La mañana de la 1, la Santa Misa en La 2, a Imanol Arias y a Etxanobe en su tour gastronómico, un canal 24 horas que deja bastante que desear (para cuando algo parecido a la CNN o a FOX News) o una película española infumable que revienta los audímetros en la madrugada. Ante esto, muchos se preguntarán donde se invierten esos millones? Pues... en mi polla, están ahí, bien calentitos. Es cierto que también hay buena programación, algún día tendremos que hablar de la segunda cadena, pero por favor, fuera de tópicos.
Al pensar en las autonómicas y los rumores sobre su futuro, me viene a la mente otro modelo, el americano. Para referirme a él apelo a vuestra memoria colectiva para que visualiceis aquel capítulo de Los Simpsons en el que Homer sin comerlo ni beberlo, y después de ser perseguido por unos teletubbies, se hace misionero. Recordad que ese episodio comienza con un programa de la televisión pública que es cortado por una maratón en la que se pide a los espectadores que hagan una donación para poder seguir con la emisión, o de lo contrario tendrán que suspenderla.
Esta situación, aunque sobre todo al final del capítulo parodiada hasta el extremo, se refiere a una premisa real, y es la Public Broadcasting Service. Definirla es complicado, la PBS sería algo así como un conglomerado de varias estaciones de televisiónes regionales. A diferencia de las grandes networks privadas, cada pequeña cadena puede seleccionar sus contenidos de una forma más libre, aunque a veces no sean estos de excesiva calidad, sobre todo en algunos curiosos concursos. Debido a lo costoso de su financiación, no era raro que la tele pública recurriera a sistemas como los telemaratones que mostraban en la serie de Matt Groening, más ultimamente parece que están tirando hacia otras alternativas, sobre todo recientemente tras la famosa emisión de Downton Abbey dentro del programa Masterpiece Classics, que supuso un éxito (superó a Mildred Pierce en HBO) y les sirvió posteriormente como estrategia para fidelizar espectadores. Sí, es cierto que la televisión pública debe hacer primar los intereses de servicio al ciudadano, pero buscar también algo de comercialidad no debería ser delito.
De suprimir aquí las cadenas autonómicas para crear un ente con diversas ramificaciones, como se rumoreaba el pasado verano, no sé si el resultado mejoraría. Es cierto que algunos bodrios como Canal Sur, la autonómica canaria, Canal 9 o la Televisión de Galicia nos harían un gran favor con su desaparición, aunque a veces uno piensa que mejor lo malo conocido...
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