La (des)esperanza de una televisión digna.
"El final es lo que está después de lo del medio"- Heráclito.
Sé que lo que digo suele sonar raro, pretencioso e impopular pero me come bastante mis gónadas ahora mismo, sobre todo porque si he llegado hasta donde estoy es por no hacer nunca caso a ninguna opinión que no provenga de mí mismo. Así me ha ido y me alegra y disgusta a partes iguales que la persona que inspira estas letras haya decidido hacer lo mismo recientemente. Hace poco menos de un año acababa Buenafuente, programa con una nada desdeñable trayectoria en el late night español (el cual asombra por la ausencia casi completa de producción propia en esta franja en la actualidad. Que le vamos a hacer, Espein is diferen) y al que se le presumen logros como el de acabar con el que es ya uno de los hitos de la historia de nuestra televisión, la telebasura autoconsciente de Crónicas.
Andreu Buenafuente puede atribuírse el mérito de haberse instalado en el corazón de muchos neotelevidentes que por diversas razones lo encumbraron como lo poco o lo único decente que se podía ver en esa colección de podredumbre que para ellos era la televisión. A el mismo no le importaba, y de hecho se regodeaba en esa nueva posición de mesías de la nueva tele, con cosas tan llamativas como esa parodia de Regreso al futuro con el que se despedía el pasado Junio, una mordaz, inteligente y desternillante disección de lo que es la mala televisión. Y ese fue nuestro error: que nos lo creímos.
Andreu Buenafuente puede atribuírse el mérito de haberse instalado en el corazón de muchos neotelevidentes que por diversas razones lo encumbraron como lo poco o lo único decente que se podía ver en esa colección de podredumbre que para ellos era la televisión. A el mismo no le importaba, y de hecho se regodeaba en esa nueva posición de mesías de la nueva tele, con cosas tan llamativas como esa parodia de Regreso al futuro con el que se despedía el pasado Junio, una mordaz, inteligente y desternillante disección de lo que es la mala televisión. Y ese fue nuestro error: que nos lo creímos.
El jesucristo de la pequeña pantalla ha muerto y no ha resucitado. No os voy a engañar, este señor nunca me ha despertado especial simpatía. Como entrevistador me parece pésimo y como humorista es simplemente normal (se le nota cuando no tiene a sus guionistas para respaldarle) aunque coincido en que sabe crear una atmósfera muy cálida basándose en lo que parece una relación de amistad con muchos de sus invitados, lo que le otorga ventaja frente a cualquier periodista novel. Por otro lado como presentador es más que bueno, desprende carisma y algo de inteligencia, aunque su faceta como creador de contenidos, productor y emprendedor con su propia factoría El terrat me parece lo más destacado y admirable de su recorrido, una alternativa de la que se debería hacer más de un análisis comercial en el futuro del mercado televisivo. Y es que no hay más que echarle un vistazo a las oficinas de El Terrat para comprobar que estamos algo radicalmente diferente al resto del sector audiovisual español, un intento de acercarse a la filosofía Google, o a la filosofía Apple de "Think Different". He de reconocer que disfrutaba como un enano diariamente con un programa de una calidad bastante alta, donde ya como punto de partida los que vemos por la web a Stephen Colbert, Jimmy Fallon o Conan O'Brien y deseamos tener algo minimamente parecido en España, Buenafuente era el único que nos ofrecía algo similar. El show de la sexta era ameno, gracioso, didáctico y estética y visualmente impecable. Tenía sus momentos débiles, como todos, y en su última etapa estaba empezando a sufrir un pequeño desgaste, pero seguía siendo de lo mejor de la parrilla española. El programa sumó puntos con la incorporación de Berto, ese carismático personaje de histriónicas sentencias con las que no podías parar de reír desde que entraba hasta que salía del plató. Su curioso repaso de las fotografías de la prensa diaria en la mítica Bertovisión, sus caracterizaciones de personajes como Jimmy Hendrix, Freddie Mercury o Alfred Hitchcock o su gran revelación musical con ese magistral videoclip Me lo tiro en el ocaso del formato lo encumbraron como un más que prometedor humorista. Somos muchos los que pensamos que aquel verano que Berto presentó el programa fue de las mejores etapas de este, y que si el posterior Programa de Berto fracasó fue por lo pésimo de su guión o por el día de emisión, y no por falta de cualidades del partener de Andreu como comunicador.
Que ha ocurrido entonces? Como decía, Buenafuente se despedía imitando a Doc y a Marty Mcfly y prometiéndonos dignificar el mundo de la televisión, volviendo a los 70, a esa época que tanto parodiaba en sus últimas temporadas donde la tele "molaba". Con tal premisa lo único que podíamos esperar al escuchar que Buenafuente se mudaba al prime time de Antena 3 es que esto iba a revolucionar la televisión tal como la conocíamos, que iba a ser un revitalizador para la cateta población que hasta ahora ve la tele a las diez de la noche, una lucha contra la telebasura para que la gente que no había podido verlo antes porque lo echaban muy tarde aprendiera lo que es la tele de calidad. Con tal premisa lo que no podíamos esperar al sentarnos el día 15 de abril a ver Buenas noches y Buenafuente es una estructura nada sólida, un formato bastante mediocre, con gags repetitivos mucho peores que el original (pese a ser el de ahora semanal y este diario), con entrevistas carentes de interés pero que al parecer creía que podrían gustar al público masivo (¿no ibas a luchar contra eso?), un Berto totalmente desaprovechado y, lo peor de todo, un conjunto que no aporta nada nuevo. Supuestamente Andreu había viajado recientemente a Estados Unidos para estudiar a los mejores cómicos de Stand-up a los que admira y traer novedades, pero o estas han sido muy sutiles o no se han dejado ver, y no ofrece ni un sólo ápice de contenido que no hubieramos visto antes. No sé hasta que punto ha influído la mano negra de Antena 3 (por lo menos las estúpidas e innecesarias entrevistas a Bosé y Bustamante parecen obligación de la cadena para promoción de El número 1) pero lo cierto es que invitados como Ana Obregón, Alaska y Mario o Estopa eran soporíferos, y mejor ni hablemos de las parodias que hacían. Cuando vi a Berto cantando a lo Lady Gaga, a los llamados Nebraska y Macario y, sobre todo a Corbacho disfrazado de demonio perdí la fe en el programa, e incluso llegué a creer que la plantilla de guionistas había sido renovada.
También puede ser que ante el miedo al fracaso Buenafuente haya decidido no renunciar del todo su anterior target pero buscar a su vez uno más masivo, el que suele ver Antena 3 o Tele 5 a las diez de la noche. En el fondo entiendo la decisión, muchos en su lugar habríamos hecho lo mismo y es que el miedo al fracaso es poderoso, pero se contradice a lo que nos había prometido. Supongo que tras ver su caída plasmada en las audiencias ha comprendido que ese nuevo target que buscaba no existía y que más le hubiera valido ser fiel a sus incondicionales, pues así aunque el share hubiera sido similar se habría despedido con sus amigos apoyándole y con la excusa de que la gente no ha apostado por el, y no como lo hará la próxima semana, sólo y con un programa que no le gusta a nadie.
Con este proyecto el equipo de El terrat ha jugado a la inversa. Si en los ajustados presupuestos de la sexta tenían que estrujarse el coco para crear contenidos sin apenas variación formal, basándose en los diálogos y en acciones sosegadas, aquí parece que el despilfarro ha sido la regla de oro. Recrear el bar donde empezaron Los Estopa (si ya ni me interesan Los Estopa, menos saber si empezaron en el bar de su padre o en la mercería de mi prima), un salón para la entrevista de Alaska y Mario o tres o cuatro disfraces por semana. Con esto Buenafuente ha caído en un error básico, y es hacer el programa que te gusta a ti y posiblemente a poca gente más. Ya lo dijo al presentar a Bosé: "Bienvenido aquí a este show que nos hemos montado para traer a unos amigos". La espectacularización ha sustituído a la ironía y al don de la palabra. Las apariciones de Corbacho, otro de sus grandes fallos. Lo que consideraba una baza por ser el único rostro conocido de su productora entre el público más generalista, y un reclamo para que estes se animaran a ver a Andreu y a Berto, además de ser un televisivo de moda por su reciente colaboración en los talent show de Telecinco. Al contrario que a la mayoría, a mí si me gusta Corbacho, me identifico con su humor agresivo y su arrogante indiferencia, aunque como showman con el personaje que ha creado para este programa es insoportable, y visto lo visto debería volver su colega Juan Cruz -que espero que conserve esa peluca que le hace parecerse a Peter Sellers con la que recogió el Goya- y seguir probando suerte en el cine, donde parece ser mejor recibido que animando nuestras noches de domingo.
Lo que más rabia me produce ha sido la forma de encarar el presentador catalán su desafortunado destino. Lejos de entonar un mea culpa por lo ocurrido parece escurrir el bulto y responsabilizar la cadena, a los espectadores y a todo el mundo excepto a sus cien mil veces repetidas bromas sobre el rey y los elefantes, o las puyitas culé con las que parece haberse olvidado que ya no se dirige sólo al público catalán. En vez de reconocer que ha hecho un programa que no estaba al nivel de exigencia de sus espectadores recalca de forma despectiva que no le da la gana de reinventarse, como si eso no fuera algo que lleva haciendo cada año desde sus inicios, y no es más que ir variando y soprendiendo a la gente con nuevas secciones que mantegan fresco el programa. Debe pensar que le pedimos que haga un concurso o un reality. En definitiva, lo he machacado mucho, puede ser, pero como sé seguro que mi querido Andreu lee este blog (El es el único que me lee, y yo soy el único que lo ve a el, quick pro quo, o como ostias se diga) te diré que no te guardo ningún rencor ni pienso mandarte notas amenazadoras a tu mansión de Reus, de hecho el único motivo por el que te he seguido viendo es con la esperanza de que vuelvas a ser lo que eras, confianza que mantengo con el nuevo proyecto en el que al parecer ya estás trabajando, presumiblemente para La Sexta tras la inminente fusión. Sólo te deseo suerte y poder ver algún día en el lejano horizonte nuevos programas con los que disfrutar y sentirme orgulloso de ver cada día.
Como nostálgica despedida os dejo uno de los momentos más grandiosos de Berto en el ya desaparecido show de la sexta.
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