Es una cuestión de método.
"Mis deseos son ordenes para mi." - Oscar Wilde
Venía de camino a casa ansioso por escribir una nueva entrada cuando me ha ocurrido en el taxi algo increíble. Media hora después sentado frente al ordenador me di cuenta de que ya había desperdiciado un inicio prometedor empezando a contar una historia que no le interesaba a nadie. Así que me serví un té (esto último en realidad no pasó), me senté en un sillón y comencé a meditar. Tuvo que transcurrir otra hora para constatar que acababa de desperdiciar tres jugosas líneas en divagaciones sin importancia, pero ese tiempo me sirvió a su vez para reflexionar sobre el hecho de que si la gente en realidad habla mal de la televisión es porque en gran medida no la conoce, o al menos algunos aspectos de ella que permanecen más difusos. En este país el deporte olímpico es hablar de todo sin tener ni idea de nada, y eso me revienta, me agrede, me insulta, me somete, me desnuda, me viola y me sacude. Lo sé, yo soy el primero que goza hablando mal de todo el mundo, de hecho aplaudo e intento promover esa actitud para crear una cultura del odio sana y constructiva, pero si vas a hacerlo, que al menos tenga coherencia lo que digas.
Por eso me he prometido a mí mismo aclarar poco a poco en este blog algunos aspectos menos conocidos de la televisión como la manida y certera cancioncilla de que el mercado de las series, por ejemplo, parece más mimado y arropado por sus cadenas al otro lado del charco. Para hablar de ello a muchos les gustará saber que en Estados Unidos viven cada mes de Mayo la semana de los Upfronts, en la que las grandes cadenas en abierto informan de que series han sido renovadas y con que nuevas creaciones nos deleitarán en la siguiente temporada. Míticos fueron los del año 2004, que para muchos marcaron un cambio generacional en la historia de la ficción americana. Finalizaban Friends o Frasier y se anunciaban Perdidos, Mujeres Desesperadas y House (éstas dos últimas a las que despedimos hace tan sólo unos días) Quien habría imaginado entonces no sólo el éxito, sino la profunda incidencia de estas series en la cultura popular y en la conciencia de personas de todo el mundo. Antes de nada, no os ilusionéis, este año los reyes magos nos han traído carbón, traducido en unos upfronts llenos de sitcoms que o se creen mamá transgresión buscando ser la nueva Modern Family, o que regresan al gag infantil y a los enredos que creía que ya habíamos dejado guardados en el desván, junto a una camada de procedimentales que me dan una pereza importante pero que fidelizan más audiencia que otras con una trama bien hilvanada (Por qué la gente es tan tonta?, a veces pienso en lo bonito que podría ser el mundo si la gente no fuera tonta)
El caso es que tras los upfronts se encarga el episodio piloto de la serie y si éste gusta se llega a hacer una temporada. De hecho en muchas ocasiones se cambian personajes, actores o localizaciones del piloto que no convencían a la cadena. Como curiosidad en el drama Urgencias el personaje de Carol Hathaway, que luego se convertiría en protagonista, estaba en un principio destinada a morir al final del piloto, pero gustó tanto a los directivos de la NBC que decidieron quedarse con ella. Casi nada. En España el sistema no se parece en absoluto. Las series muchas veces no se anuncian hasta tres o cuatro semanas antes de su estreno (tendencia cada vez más a la baja, todo hay que decirlo.) y se encargan temporadas enteras antes de estrenarse, motivo por el cual muchas veces algunos fracasos suelen ser relegados al late en lugar de retirarlos, debido a que la temporada entera ya ha sido grabada y comprada, y por lo menos se debe compensar el gasto ya efectuado de la mejor forma posible. Algunos dicen que aquí las cosas están empezando a cambiar con nuestra amiga la TDT... esos imperios de desorbitada chequera y calidad sublime. La masificación de cadenas con la llegada del digital ha sido lo más absurdo que había visto en este país en mucho tiempo (hasta el último año, porque, es cosa mía o ultimamente no paran de pasar cosas absurdas. No sé si es culpa de twitter, del nuevo gobierno o de los indignados...) Es lo que nos toca en un país en el cuál el target especializado se reduce a los oyentes de Radio María.
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