lunes, 3 de junio de 2013

Periodistas de verdadero y falso

Aquí no hay opiniones, solo datos. Ana Pastor reiteraba anoche con suma cautela esta consigna que podría funcionar como leitmotiv de su nuevo espacio en La Sexta. Si nos remontamos al penúltimo episodio de Salvados la nueva apuesta del canal de Atresmedia entroncaba con otra inquietud clave en la ajetreada agenda del ciudadano medio: la transparencia. En un mundo en el que sabemos muy poco sobre lo que nos interesa, y las minucias que conocemos no están exentas de ser una mentira -una poco elaborada-, las tertulias del prime time han abierto la veda para erigir  que opinólogos de toda clase y condición tengan vía libre a la hora de desvirtuar cualquier asunto con un mínimo de relevancia a cambio de ofrecer un rico espectáculo de variedades. Alimentándose de este desánimo, el periodismo 'fact checking' lleva creciendo de manera espectacular a lo largo y ancho del planeta desde comienzos de la década de los 2000.

En un momento histórico caracterizado por la sobreinformación y el colapso de fuentes, el periodismo de hechos supone un segundo análisis detallado de las noticias, de esos sucesos y declaraciones que nos llegan cada semana con la esperanza de que estén fundamentadas en la realidad ¿Cuanta información recibimos al día sin contrastar? ¿Cuantas figuras públicas han acabado retractándose de lo que en su día afirmaron con una rotundidad que parecía inamovible? No debería sorprender que en los últimos tiempos cada vez proliferen los periodistas cuya única función sea verificar que lo que han dicho otros sea cierto. El semanario alemán Der Spiegel cuenta con ochenta empleados dedicados en exclusiva a esta actividad. 


La verificación de datos ha llegado a convertirse en todo un fenómeno en los lugares donde ha sabido llegar a las masas. Buena muestra de ello es el popular sitio web FactCheck.org, el cual puede considerarse en parte responsable de su éxito en Estados Unidos. A partir de ahí medios como The Washington Post o la CNN empezaron a utilizarlo como formato de éxito asegurado: en un solo golpe de vista los elementos gráficos aportan un dato sencillo y esclarecedor sobre el tema a tratar. Globomedia parece haberse dado cuenta de ello, y ayer nos inundó con rótulos, gráficos de colores, mapas e imágenes de archivo encaminados a crear un ambiente de sencillez y austeridad. 

El trasvase de un formato extranjero a nuestras fronteras no suele traducirse en una réplica exacta del inmenso intertexto intencional que a veces posee la idea original. Siempre entran en juego condicionantes culturales y otros males endémicos propios de nuestra manera de hacer y entender las cosas. Si la finalidad de El Objetivo era ser, a propósito de la redundancia, objetivos, deberían redimirse y pensar que esa es una batalla dialéctica que ya tendríamos que haber dado por perdida. Un programa que solo se sirve de una fuente -pese a aseverar que lo que allí ofrece no es opinión- para hablar de los ERE andaluces podrá resultar sincero, o dinámico, o incluso atractivo, entretenido y esclarecedor, pero nunca cercano a esa imparcialidad total a la que nunca llegaremos más allá del plano utópico. 

El periodismo de hechos es positivo por lo que tiene de instantáneo, cercano y tajante. No hay medias tintas ni titubeos. En España, como en todo, también hemos sabido impregnar nuestro  ADN diferencial. Desconozco si fuera existe algún homólogo a la pieza cómica que aquí conocimos como El Españolisto, un colaborador animado que ejercía como sentido homenaje al viral Españistán de Aleix Saló, que nos llegó cuando los efectos de la crisis solo estaban asomando la cabeza ¡Qué tiempos aquellos!   

Archivo fotográfico ⎪ lasexta.com,  YouTube.com

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